Resucitar el motenguene, la música tradicional centroafricana

AFP

Los rasgueos de las guitarras y el fragor de los bajos retumban por los altavoces. En el escenario, Chouchou lidera el show de Zokela, una orquesta muy conocida por los centroafricanos que perpetúa uno de los raros legados culturales preservados en este país asolado por la guerra civil, el llamado ‘motenguene’.

A una señal de Chouchou, los asistentes exaltados por las cervezas templadas se lanzan a la pista de este bar con sala de baile popular de Bangui, la capital.

Contoneos de caderas frenéticos, patadas al aire, volteretas. Esta noche se baila el motenguene, la “danza de las orugas”, uno de los cuatro ritmos tradicionales de Centroáfrica, junto a la danza de las aves del norte, la danza de los peces del sureste y la danza de la sabana en el centro.

Heredada de tribus pigmeas que recogen estos insectos típicos de la gastronomía local en los bosques del suroeste, la danza de las orugas es una de las pocas que se ha hecho un pequeño hueco entre el público local muy influenciado por la música extranjera.

La República Democrática de Congo tiene su rumba y Nigeria su afrobeat. Pero ¿quién puede citar un estilo musical de Centroáfrica? Pocos, incluso dentro de las fronteras.

“¿El motenguene? Ah, sí… es esa cosa tradicional”, dice Daniel, alias Dan One, un joven rapero de Bangui.

“En general tendemos a escuchar la música occidental o la de África occidental”, explica. “Los jóvenes copian a los otros países, pero no saben valorar su cultura tradicional”, agrega.

Hace cerca de 30 años que Zokela trata de modernizar el motenguene. En concierto, los collares de perlas y los taparrabos de piel de antílope suelen ser sustituidos por ropa de ciudad; los koras (instrumentos de cuerda) por las guitarras eléctricas. “Explotamos esta danza para diferenciarnos un poco de nuestros hermanos congoleños, marfileños y cameruneses”, explica Saint-Pierre Dibaba Alagomme, el fundador de Zokela.

– Superar las divisiones –

Es un motivo de orgullo nacional, pero también una forma de recuperar las bases comunes para superar las divisiones tras décadas de guerra civil, corrupción y nepotismo.

En 2013, una coalición de grupos armados mayoritariamente musulmanes, la Seleka, depuso al régimen del presidente François Bozizé y sumió al país en un torbellino de enfrentamientos comunitarios.

La violencia entre musulmanes y cristianos dejó miles de muertos. Pero las raíces del conflicto son mucho más antiguas en un país minado por los clanes que no se ha recuperado del diseño de sus fronteras por el colonizador francés.

“La crisis que atravesamos hoy en Centroáfrica es sobre todo una crisis cultural. El del norte no tiene la misma cultura que el del centro. Cada uno en su patio trasero tiende a defender su comunidad. El hecho de no conocer la cultura del otro genera desconfianza”, dice Yvon Eka, promotor cultural en Bangui.

Para este amante del motenguene, se trata de “tener un punto de unión entre el sur, el norte, el este y el oeste” ya que “la cultura es la identidad de un país”.

¿Pero dónde está la centroafricana? RV texas, Muziki…  varios artistas han intentado adaptar el motenguene al gusto actual. Pero fuera de un reducido círculo de seguidores locales, ha caído en el olvido. Como las otras formaciones del país, Zokela ha realizado varias giras al extranjero para promover la música centroafricana. Y al igual que los demás, sus músicos se han enfrentado a todos los escollos posibles.

Tres guerras civiles entre 2003 y 2013 han lastrado al mundo de la cultura. Pero la falta de medios es el principal freno al surgimiento de artistas. Y es que en República Centroafricana, donde la industria del disco es inexistente, sus ingresos se resumen a pequeñas remuneraciones en los bares y bodas – el equivalente a 75 euros (unos 90 dólares) de media por grupo, que hay que compartir entre una decena o una quincena de miembros, en un país donde el ingreso medio es de unos 27 euros al mes.

Pocos son los productores que pueden permitirse invertir sabiendo que van a perder. Y las grabaciones realizadas en los estudios locales se distinguen por su falta de profesionalismo.

“No hay buena formación de técnicos y los artistas no conocen muy bien su oficio, lo que hace que tengamos dificultades para producir”, explica Mermoz Tetto, de 27 años, ingeniero de sonido y compositor.

Y para colmo de males, hace más de 35 años que los profesionales de la música carecen de derechos de autor. Aunque la Oficina Centroafricana de Derechos de Autor se creó en 1985, carece de contenido.

– Política cultural –

“El problema del artista centroafricano es también un problema de educación”, explica Yvon Eka. 

En este país donde el sistema educativo ha sido aniquilado por los conflictos, como lo demuestra el hecho de que cerca del 70% de la población es analfabeta, “el espíritu creativo está ahí pero falta un mínimo de sensibilización para que los artistas comprendan sus derechos y sus deberes.”

Afortunadamente, a partir de este año las cosas pueden cambiar. La Organización Internacional de la Francofonía y el gobierno centroafricano han diseñado los contornos de una política cultural para el país.

Música, teatro, danza. “Partimos de la base de que la población consume muchos productos que vienen de afuera ya que no se ha puesto en valor la cultura centroafricana como tal”, explica Philippe Bokoula, director general del ministerio de Artes y de la Cultura.

A principios de julio, se votó una ley para resucitar la Oficina Centroafricana de Derechos de Autor. “La mayor parte de financiación provendrá del Estado, para sensibilizar a las radios y a los consumidores y definir un sistema tarifario”, explica Bokoula.  

Un proyecto que se espera desde hace tiempo pero que depende de la firma de un decreto de aplicación. Mientras tanto, los actores de la cultura como Yvon Eka son prudentes. “La última vez que se aprobó una ley, esperamos el decreto quince años…”.