AFP
El rugido de las fieras enjauladas, la fetidez de los gladiadores, el clamor ensordecedor de la multitud: el Coliseo de Roma es hoy el vestigio de los juegos romanos, cuyo espectáculo era la muerte.
El anfiteatro más famoso de la antigüedad, clasificado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y que cada año es visitado por siete millones de turistas, revela desde sus entrañas la extraordinaria ingeniería puesta al servicio de esos sangrientos bacanales.
Al final de un largo trabajo de restauración, el hipogeo o cripta fue abierto este viernes al público y constituye una nueva ruta para los turistas que podrán descubrir entre restos y una aplicación uno de los corredores más funestos de ese circo del que pocos hombres y animales salieron con vida.
“Era oscuro, olía mal. Las condiciones eran pésimas para los esclavos y los animales”, cuenta la guía, Cristina.
Una vez cubierto con un piso de madera, el laberinto de pasillos y habitaciones quedaba sumido en la oscuridad, el ‘backstage’ del Anfiteatro Flavio, era una prisión para los hombres y bestias que en la arena encaraban su destino.
“Hay que imaginarse que salían de repente de la oscuridad y que el ruido en la arena era tremendo …”, recalca.
– ‘Un monumento en el monumento’ –
Patrocinada por el fabricante de zapatos de lujo italiano Tod’s, la restauración del hipogeo, que se extiende por media hectárea, fue iniciada en 2018, empleó a 81 arqueólogos, ingenieros y expertos, los cuales limpiaron y reforzaron las paredes de ladrillo y piedra.
“Por fin podemos devolver al público este monumento en el monumento”, declaró la directora del Coliseo, Alfonsina Russo, durante una conferencia de prensa.
El Coliseo y luego la cripta se terminaron de construir en el 80 D.C. bajo el emperador Domiciano.
Después de su último espectáculo en 523 D.C., el hipogeo se fue cubriendo gradualmente de escombros hasta que fue exhumado en el siglo XIX.
El laberinto de pasillos y habitaciones formaba parte del corazón de la mecánica de los juegos, con sus luchas entre gladiadores, cacerías de bestias salvajes africanas o ejecuciones públicas.
Un imponente túnel conducía a un campo de entrenamiento de gladiadores, que incluía un hospital y un depósito de cadáveres.
Los animales también eran introducidos al anfiteatro a través del túnel antes de ser enjaulados.
Aún se pueden distinguir en los pisos de ladrillo de los 15 túneles de la cripta, los agujeros excavados en los bloques de travertino y revestidos de bronce que utilizaban para izar jaulas, decoraciones o plataformas con gladiadores. Se necesitaban ocho esclavos para ello.