AFP
A los 23 años, Luigi Borgato, un autodidacta, decidió construir un piano con sus propias manos. Décadas más tarde la prestigiosa marca que lleva su apellido es vendida en todo el mundo, pero la pandemia de coronavirus ha frenado su impulso.
“Todo se ha detenido, no se programan más conciertos, no tenemos más contacto con los músicos. Sin la ayuda del Estado mi profesión no llega al final de la pandemia”, confiesa Borgato, de 58 años, cuyos pianos de coda han acompañado pianistas reconocidos, entre ellos Radu Lupu y Vladimir Ashkenazy.
En su casa en Borgo Veneto, cerca de Padua, en el norte de Italia, todo irradia música clásica: carteles de célebres conciertos en La Scala de Milán, el busto de Verdi, un retrato de Beethoven.
En la parte trasera de la sala de estar se encuentra el legendario Doppio Borgato, un imponente piano de cola de concierto doble, que se une a un piano de cola de concierto normal con un segundo piano, activado por una pedalera con 37 pedales.
Proyectado y construido por Borgato, entre el órgano y el piano, se inspira en una idea de Mozart, quien se hizo construir un pedal para el piano en 1785.
Cuando Luigi Borgato inicia a tocar un preludio de Chopin para hacer vibrar las cuerdas de su creación, casi se disculpa y sonriendo murmura con humildad “debería estudiar un poco más”.
A la derecha indica su última creación, realizada en 2017, “el piano de concierto más largo del mundo”, de 3,33 metros, aproximadamente 50 cm más que el estándar.
Luigi Borgato y su esposa Paola, a cargo de la parte mecánica, producen un máximo de dos pianos al año y cuentan con la ayuda de un solo empleado.
– ‘Hecho a mano’ –
“Somos los únicos en Italia y creo en el mundo que fabricamos a mano pianos de concierto”, asegura.
“Con la pandemia, la gente lo piensa dos veces antes de invertir en un piano”, cuenta.
Sobre todo porque los precios de un Borgato oscilan entre los 291.000 euros (347.000 dólares) y los 486.000 euros (570.000 dólares) sin IVA, según el modelo.
Cada uno de ellos representa más de 1.850 horas de trabajo.
Para Paola, de 55 años, es desgarrador cuando sus creaciones se venden, casi todas a clientes en el extranjero.
“Es como si nos arrancaran una parte hermosa de nuestra vida en cada instrumento que se va”, confiesa.
“Somos el país del arte, pero la profesión de pianista no está reconocida por el Estado italiano”, lamenta por su parte su marido.
Italia además es la cuna del piano ya que fue Bartolomeo Cristofori, nacido en Padua, el inventor en 1698 del fortepiano, instrumento que es el predecesor del piano moderno.
En Europa, los pequeños fabricantes de pianos desaparecieron gradualmente en favor de las grandes empresas, que a su vez fueron absorbidas por gigantes asiáticos, como los fabricantes austriacos Bösendorfer o la alemana Schimmel.
– ‘Vertiginosamente hermoso’ –
En su taller, Luigi Borgato toma meticulosamente las medidas, corta, moldea y pega las piezas, desde la tapa armónica de abeto rojo hasta las cabezas de los martillos cubiertas con fieltro de lana merino. Al menos 15.000 para un piano de cola.
Tras iniciar su carrera como afinador en 1983, el artesano viajó por el mundo, acompañado por su esposa, para visitar museos de instrumentos musicales y estudiar la historia del piano.
En un viejo Renault 4L llegó a Berlín en 1985 para visitar la primera fábrica de pianos, la de Bechstein.
En Alemania se inspiró para fabricar su primer piano, después de visitar la casa en Bonn donde nació Ludwig van Beethoven en 1770.
Pensando en el último instrumento del compositor alemán, creó un piano con cuatro cuerdas golpeadas para las notas altas, en lugar de tres, una idea que luego patentó.
En 1991, el virtuoso francés Jean Guillou, fallecido en 2019, inauguró ese piano en la iglesia Saint-Eustache de París, elogiando al joven artesano.
Desde entonces, pianistas famosos han ofrecido recitales por todo el mundo con pianos Borgato.
Si los conciertos han cesado, las grabaciones continúan. El pianista italiano Francesco Libetta tocó durante 20 horas las 35 sonatas de Beethoven en un Borgato de 3,33 mt.
Fue “vertiginosamente hermoso”, dijo.
“Ese piano es gigantesco, pero el sonido que emana es muy flexible, muy matizado, te permite pasar fácilmente de ‘pianissimo a fortissimo'”, explicó.
“Es como si se escuchara perfectamente en la última fila de la sala la voz de un gran actor que susurra”, resumió.