Las estrellas de la Ópera bailan para los niños enfermos de París

AFP

En una sala de reanimación de un hospital infantil de París se asiste a una imagen insólita. Un niño intubado observa con suma atención a dos bailarines de la Ópera que, con trajes relucientes, comienzan a dibujar algunos pasos de danza frente a él.

“Ahora vamos a hacer el ‘arabesque’, un llevado…”, explica el bailarín Hugo Marchand, mientras ejecuta los pasos en cuestión con su compañera Dorothée Gilbert. “Hemos venido a decirte hola y a darte un beso”, dice al niño, que le responde con un tímido saludo con la mano.

En otra habitación del hospital, hay un bebé que mira, con los ojos bien abiertos, el vestido de Gilbert flotar al ritmo de una pirueta.

Tras esta iniciativa, hay una asociación con sede en Suiza y en Francia, “The What Dance Can Do Project” (“Lo que la danza puede proyectar”), que, desde su creación en 2018, trabaja para introducir el ballet y el baile en la vida de los niños, especialmente quienes sufren la pobreza, el exilio y la enfermedad.

– Un poco de levedad –

El ámbito de acción de la asociación no deja de extenderse. Desde un orfanato en Marruecos hasta una escuela de danza en Wellington, Nueva Zelanda, pasando por hospitales en Zurich o París. En este hospital infantil de la capital francesa, los bailarines de la Ópera aportan un rayo de luz a los niños enfermos.

“De repente, vemos que salen de su complicada vida cotidiana. Lo que más me conmueve es llegar a aportar un poco de levedad”, declara a AFP Marchand. “Tengo siempre la esperanza de que estos niños se duerman por la noche y sueñen con la danza”, prosigue el bailarín.

“En su mirada sentimos las chispas de curiosidad o de admiración o tal vez se dicen: ‘¿pero que hacen estos dos?'”, relata Gilbert, que quiere “hacer olvidar a estos niños, aunque sea durante un minuto, que están en un hospital”.

Desde su cama, Maély, de 15 años, sonríe mientras observa a Marchand saltando por el pasillo. “Somos como grandes ranas”, bromea.

“¿No hay lenguaje en el ballet?, le pregunta. Los bailarines le muestran ejemplos de pantomima. “Soy la reina de los cisnes”, contesta Gilbert, mientras su mano derecha toma forma de corona sobre su cabeza.

Los bailarines, vestidos con trajes verdes y dorados y mascarillas quirúrgicas, van de habitación en habitación. A veces, los pacientes sorprenden a los bailarines. 

“¿Y (bailas también) la Reina de las Nieves?,” pregunta Patricia, de 16 años, mientras los artistas enumeraban los clásicos del ballet. 

“En algunos pacientes se ve claramente el bien que les hace ver a otras personas ajenas al hospital. Vuelven a sonreír”, afirma a AFP Fabrice Lesage, responsable del servicio de reanimación. “Eso les da energía para mejorar”, añade.

– “Naciones Unidas de la danza” –

Para los bailarines, la experiencia aporta la sensación de ser útiles para la sociedad, explica Hugo Marchand, quien una vez se llevó a jóvenes exiliados al Palacio Garnier, sede de la célebre Ópera de París, para una clase de danza.

Convencida de que la danza favorece la emancipación, Aurélia Sellier, promotora del proyecto, se inspiró en un viaje a Sudáfrica del bailarín y coreógrafo Theo Ndindwa, que entiende la danza como vector de cambio social.

Sus actuaciones no se limitan al ballet y también incluyen baile contemporáneo, hip hop o coreografías.

“Nuestro objetivo dentro de cinco o diez años es tener una federación internacional con asociaciones locales… una especie de Naciones Unidas de la danza”, concluye Sellier.