La biblioteca personal de Cortázar o la huella de un lector voraz

AFP

En Madrid, la biblioteca personal del escritor argentino Julio Cortázar contiene las huellas de un lector voraz. Un tesoro en manos de la Fundación Juan March, que ha cobrado un nuevo impulso con la creación de un video-ensayo y una serie de podcast.

Donados por su esposa en 1993 a la Fundación Juan March, los casi 4.000 libros que el autor guardaba en su apartamento de París dicen mucho de su personalidad.

Entre los estantes se encuentran los títulos que lo acompañaron desde joven en Buenos Aires, y otros que adquirió en París: libros de arte, historia y poesía, pero también ediciones de bolsillo con su firma y fecha de adquisición.

Una de las particularidades de la biblioteca son las anotaciones del autor, reflejo del lector que fue. En las páginas, Cortázar subraya, tacha, protesta, dibuja y reflexiona. 

“Es un retrato que habla, un retrato que se comunica con los lectores y es lo que Julio siempre hubiera querido”, manifestó su esposa y albacea Aurora Bernárdez en el acto de homenaje que la Fundación March organizó cuando donó el fondo.

La biblioteca contiene libros en 26 lenguas. Más de 800 tienen su firma, que cambia a lo largo de los años, y otros 397 anotaciones en los márgenes. También están dedicados más de 500 ejemplares y en algunos hay recuerdos como un billete de metro o flores prensadas. 

– “¿Por qué tantas erratas, Lezama?” – 

En su biblioteca, Cortázar desvela las relaciones que mantenía con los artistas de la segunda mitad del siglo XX.

“¡Craso error Pablo!”, escribe en las memorias del poeta chileno Neruda, tras su muerte durante la dictadura militar.

En los ejemplares, hay un verdadero diálogo con sus amigos.

“Te confundes con la fiesta para tus 70 años”, exclama cuando Neruda recrea el día en que recibió el Nobel. “¿Por qué tantas erratas, Lezama?”, se lee en la novela “Paradiso” del cubano José Lezama Lima. 

En otros libros, los propios autores le escriben dedicatorias. Como el mexicano Octavio Paz, con quien Cortázar mantuvo una larga amistad. Desde los países donde estuvo destinado como embajador, el poeta le dedicó ejemplares llenos de complicidad.

“A Julio – No César: ¡Cortázar!”, escribe Paz desde Nueva Delhi en 1965. También hay dedicatorias de Italo Calvino, Rafael Alberti, Juan Carlos Onetti o Gabriel García Márquez. 

Entre las dedicatorias más conmovedoras están las de la poeta Alejandra Pizarnik, antes de su suicidio en 1972. Sus notas muestran cómo su situación se va deteriorando. 

“En el hospital aprendo a convivir con los últimos desechos”, se alcanza a leer en la obra “La pájara en el ojo ajeno”.

– Lo literario y lo lúdico – 

“Se puede seguir perfectamente la vida de Julio Cortázar aquí, desde las firmas que van cambiando hasta los temas de interés”, señala Celia Martínez, responsable de la biblioteca.

Entre las curiosidades, una separata del capítulo 126 de “Rayuela”, que el autor suprimió de la edición original. 

El escritor tenía debilidad por las historias de terror, como los cuentos de Edgar Allan Poe, del que se volverá traductor.

En la biblioteca se aprecian así ejemplares de “Drácula”, de Bram Stoker. Y en la tapa de una de las ediciones en la que aparece un vampiro, alguien dibujó bigotes, barba, gafas y un reloj. 

No es el único ejemplar con la portada modificada. En la “Antología de humor negro”, de André Breton, Cortázar cambió a pluma el título en el lomo e intercambió las palabras Breton y ‘noir’, para que el título fuera “Antología de humor breton”, de André Noir.  

“Siempre he insistido mucho en los aspectos lúdicos de la literatura”, solía decir Cortázar.

A la biblioteca acuden investigadores, pero también admiradores de su obra, aunque hoy los fondos están digitalizados.

Paz Fernández, la directora de la Fundación March, precisa: “Simplemente vienen a ver y tocar ese libro que un día estaba en manos de Cortázar”.