El artista que pinta murales con la sangre de los tatuados en Colombia

AFP

Ante el rechazo que enfrentan como donantes en Colombia, un grupo de tatuados dieron su sangre al artista urbano Julián Castillo para que pintara dos murales en rechazo a la violencia.

Mientras Castillo dibuja el croquis de las obras en una pared, siete jóvenes de Siloé, una barriada pobre y estigmatizada de la ciudad de Cali (suroeste), se someten a la aguja y la jeringa. 

Con la sangre mezclada con pigmento y pintura, el artista de 29 años comienza a plasmar el rostro del rapero y activista puertorriqueño Residente, y la “Paloma de la paz” del pintor español Pablo Picasso. 

En Colombia, las normas sanitarias restringen por meses a aquellos que tienen tatuajes o perforaciones de donar sangre a los centros médicos.

“La idea es que a esa sangre que no pueda salvar vidas se le pueda dar un buen uso”, dice Castillo a la AFP.

A punta de pincel y con unos 200 mililitros del líquido, “he querido hacerle un homenaje a esos íconos que generan cosas buenas”, agrega el retratista que en 2018 marcó un récord Guinness al dibujar un mural con 1.200 lápices.

– “En carne propia” –

Oriundo de Roldanillo, un municipio al norte de Cali permeado por el narcotráfico, Castillo insiste en hacer un “llamamiento a la paz” en un país atravesado por la desigualdad y seis décadas de conflicto armado con más de nueve millones de víctimas, la mayoría desplazados.

Esta vez, para honrar a dos de sus ídolos, echó mano de sus amigos tatuados de Siloé que han vivido la violencia “en carne propia”. 

En 2021, este barrio marginal incrustado en las montañas de la tercera ciudad de Colombia, donde el 36,6% de las personas son pobres, fue epicentro de las protestas contra el gobierno de Iván Duque, quien ante el estallido social debió desistir del proyecto de ley con el que pretendía subir los impuestos a la clase media en plena pandemia.

Durante una de las jornadas de movilización, tres jóvenes murieron en Siloé en medio de la represión policial, que fue duramente condenada por la comunidad internacional. 

Uno de ellos era un artista y amigo de Jhon Guevara, un “no apto” para donar debido a sus cinco tatuajes.

“Hoy para mí es más fácil donar sangre para que se haga muralismo en pro del arte y la cultura”, dice el soldador de 39 años.

Luciendo un lobo, calaveras y la figura de la muerte en la piel, Guevara reniega del “abandono” por el que desde niño está rodeado de “armas y violencia”, y espera que su sangre “no vaya a quedar tirada en una calle”. 

Antes de verterlo, Castillo mezcla el plasma con pigmento rojo para tatuar y un acrílico que impide que se pudra. Con suerte durará unos tres años adherido a la pared.

“Es pintar con una parte de mis amigos, simbólicamente hay muchas cosas”, profundiza el artista.