AFP
Luego de un año de euforia signado por récords de captación de fondos, las start-up tecnológicas se enfrentan ahora con un mayor costo del dinero, que además es menos abundante, y la posibilidad de una recesión.
“Bajamos a Tierra”, resumió Charlie O’Donnell, fundador de la firma de inversiones Brooklyn Bridge Ventures.
El año pasado, las firmas de capital de riesgo que invierten en empresas jóvenes con alto potencial de crecimiento recaudaron unos 311,000 millones de dólares. La cifra es más del doble de la que circuló en 2020, un año que ya había sido récord, según datos de la consultora CB Insights.
“Hay muchos factores externos que tienen impacto en el mercado”, explicó Sunita Patel, responsable de desarrollo comercial de Silicon Valley Bank, que cita entre otros la subida de tasas de interés, el contexto geopolítico mundial y la debilidad de los mercados financieros.
Desde mayo pasado, la firma de inversiones y asesoría Y Combinator advierte a las start-up que buscan financiamiento de corto plazo: “Las chances de éxito son extremadamente bajas, incluso si la empresa funciona bien. Les recomendamos cambiar de planes” y esperar.
A raíz de este deterioro del entorno, “vemos caer valorizaciones de empresas”, en particular las que están cerca de ingresar a bolsa, explica Patel.
La plataforma de entregas Instacart considera hoy que su valor es de 13,000 millones de dólares, según algunos medios de prensa, frente a 39.000 millones en marzo de 2021.
La firma de programas de conducción autónoma Mobileye pasó de 50,000 a 17,000 millones de dólares entre diciembre pasado y su entrada a Wall Street en octubre.
– Entorno más áspero –
La situación del entorno financiero no es alarmante como lo fue en 2000, cuando estalló la “burbuja de internet”, o incluso en 2008, durante la crisis hipotecaria, dos períodos negros para las tecnológicas desde que surgió internet.
No todo el dinero levantado en 2020 fue invertido, “por lo tanto todavía queda mucho capital accesible para las firmas del sector”, asegura Patel.
“Ayuda el estar todavía lejos de una potencial salida a bolsa”, enfatiza Rob Devlin, cofundador de Metalenz, una start-up especialista en meta-óptica, que permite por ejemplo reducir el tamaño de una cámara de smartphone.
Esta pequeña empresa de Boston acaba de levantar 30 millones de dólares entre inversores. Tenía varias características buscadas por las empresas de capital de riesgo: un producto ya en el mercado y clientes.
El panorama varía según los sectores.
Securiti, una empresa especializada en la gestión de datos y seguridad informática, obtuvo 75 millones de dólares a inicios ed octubre, y se valorizó con respecto a su anterior ronda de inversores en 2019.
Para Rehan Jalil, su director general, la ciberseguridad “no se ve alcanzada por el momento” como sector por los malos vientos que sí golpean a las redes sociales, por ejemplo.
“Muchas plataformas masivas captaban fondos sobre la base de argumentos como ‘estar de moda, ser cool, divertido’. (…) Se volvió más difícil para ellos”, sostuvo Lee Edwards, inversor del fondo californiano Root Ventures, quien observa con interés sectores de innovación en servicios o equipamientos para empresas, software de productividad o automatización.
– Los fundamentos –
“Cuando se tiene menos dinero para contratar empleados, la productividad se vuelve esencial”, explica Edwards.
“Y cuando se piensa en nuestras tensiones con Rusia, o entre China y Taiwán… muchos hablan de relocalizar las industrias, incluido el presidente Joe Biden, que alienta las inversiones en la fabricación de microchips en Estados Unidos”, añadió.
Pero incluso en los sectores pujantes hay un regreso a lo básico, resume Sunita Patel: disciplina y austeridad en los modelos económicos.
Las firmas de capital de riesgo “se toman más tiempo” para decidir, y hay que contar en algunos casos de tres a seis meses para finalizar una operación, como ocurría antes, ejemplifica Jenny Rooke, de la firma de inversiones Genoa Ventures.
“Hay que hacer más reuniones en Silicon Valley y hablar con más gente”, añade Rehan Jalil.