AFP
Camila, esposa del rey Carlos III, ha pasado años en la sombra. Ahora, a sus 75 años, dará sus primeros pasos internacionales como reina consorte durante la visita de Estado que la pareja real realizará a Alemania a partir del miércoles.
La primera parte del viaje real, que debía comenzar el domingo en Francia, se pospuso debido a las violentas protestas en ese país contra la reforma del sistema de jubilación.
Pero, la segunda esposa del rey británico, con su canoso pelo rubio, su voz grave y su sonrisa tranquila, está acostumbrada a soportar estoicamente las crisis, tras ser demonizada durante años por el naufragio del matrimonio del entonces príncipe Carlos con la princesa Diana.
En el Reino Unido, su popularidad sigue sin dispararse, 48% según YouGov en marzo, pese a la inquebrantable devoción que ha mostrado a su marido y a la Corona, y a sus numerosas actividades caritativas.
“Se ha esforzado por permanecer en un segundo plano en las últimas décadas (…) no es muy conocida”, reconoce el exembajador británico en Francia Peter Ricketts. Tiene “fuertes convicciones, es una persona muy cálida”, asegura. “Siempre un paso detrás de su esposo”, añade.
Ella le acompaña regularmente en sus viajes, calmándole como cuando el flamante rey perdió los nervios ante las cámaras por una pluma estilográfica que goteaba.
Será coronada junto a Carlos III el 6 de mayo en la Abadía de Westminster.
También es presidenta o patrona de más de 90 organizaciones benéficas.
Desde hace años defiende a las víctimas de violaciones y agresiones sexuales, una causa que espera “defender el resto de su vida”.
Otros de sus intereses son la salud, las artes, la literatura y los caballos, afición esta última que compartía con la difunta reina Isabel II.
Hace dos años también creó un círculo de lectura en Instagram, “The Reading Room”.
Muestra especial interés por algunas causas, como la Royal Osteoporosis Society, de la que llegó a ser presidenta en 2001. Su madre y su abuela murieron de esta enfermedad ósea.
– Rottweiler –
Costó mucho tiempo y esfuerzo a Camila, conocida como duquesa de Cornualles desde su matrimonio con Carlos en 2005, lograr la aceptación. Isabel II, reticente, no asistió a su boda civil en Windsor.
La princesa Diana, que enseguida se había dado cuenta de que Camila era el gran amor en la vida de Carlos, la apodó “Rottweiler”, un apodo que la acompañó durante años.
Divorciada en 1995 de Andrew Parker-Bowles, madre de dos hijos mayores y abuela de cinco adolescentes, Camila se fue imponiendo poco a poco en el corazón de los británicos.
Su sentido del deber, su sencillez y su humor vencieron algunas reticencias contra esta mujer de clase media alta, hija de un oficial reconvertido en el negocio de los vinos.
Unos meses antes de su muerte, Isabel II expresó su “sincero deseo” de que se la conociera como “reina consorte” cuando Carlos accediera al trono, poniendo fin a años de discusiones sobre el tema.
Camila, cuyo apellido de soltera era Shand, conoció al príncipe Carlos en 1971. Tras un breve romance, ambos acabaron casándose con otras personas, ella con Parker Bowles en 1973, él con Diana en 1981.
Reanudaron su romance cuando Carlos aún estaba casado con Diana.
Mucha gente reconoce el impacto positivo que ha tenido en su marido, con quien comparte un profundo interés por la ecología.
“La gente se da cuenta de que Camila es ideal para Carlos y que funcionan maravillosamente bien como equipo”, afirma el comentarista real Richard Fitzwilliams.
“Tienen la misma edad, el mismo sentido del humor y los mismos amigos. Ella es todo lo que Diana no era”, dice a AFP. “Ella le apoya a su manera tan tranquila”.
Estar en el foco de los medios todo el tiempo “no es fácil”, reconoció Camila el año pasado en una inhabitual entrevista a la revista Vogue. “A nadie le gusta ser observado todo el tiempo y criticado… pero creo que al final lo superé (…). Hay que seguir viviendo”.