Angélica Liddell, electrochoc en el Festival de Teatro de Aviñón

AFP

Las representaciones de Angélica Liddell suelen ser desagradables, pero la última performance de la artista española durante el Festival de Teatro de Aviñón llevó al público al extremo con una mezcla de imágenes y palabras que expresan su desencanto y su mal de amor.  

“Hay sufrimiento en mi, yo no le cierro la puerta al dolor”, confiesa a la AFP la artista de 55 años antes del estreno de “Liebestod: el olor a sangre no se me quita de los ojos”.  

Durante el espectáculo, Liddell toma casi al pie de la letra su declaración: con un vestido negro, sentada en una silla, se desinfecta las rodillas, los pies y las muñecas antes de mutilarse y dejar que corra la sangre mientras bebe vino tinto. De fondo, “Asingara”, una canción de flamenco pop de los años 70 en la que se afirma: “A veces yo me maldigo y me quisiera yo matar”. 

– “La muerte es la culminación del amor” –

El domingo por la tarde, varios espectadores se fueron de la sala al cabo de un cuarto de hora, otro se sintió indispuesto, sin que haya transcendido si era por lo que vio sobre el escenario, y el espectáculo se detuvo diez minutos para asistirle.

Imperturbable, Angélica Liddell siguió su performance estableciendo un diálogo con la estatua de un toro: primero halagándole, y después, de forma más directa, eructándole o dándole órdenes (“mátame, te lo suplico”), llegando a decirle: “echo en falta que me violes”.     

El espectáculo, de cerca de dos horas, es un collage inspirado de obras y personajes que influyen a la artista: la palabra del título, “Liebestod” (“muerte de amor”, en alemán) pertenece al final de la ópera “Tristán e Isolda” de Wagner; “el olor a sangre no se me quita de los ojos” surge de un verso de Esquilo que fascinaba a Bacon. Pero, por encima de todos, está la vida del torero andaluz Juan Belmonte, que revolucionó la tauromaquia y acabó quitándose la vida.  

“Tengo una consciencia de la muerte muy importante”, explica la artista, instalada en Madrid. Para Liddell, “la muerte es la culminación del amor”.  

– Objetivo: poesía –

Sus espectáculos suscitan tanto la fascinación como el rechazo. En Aviñón, en 2016, representó “¿Qué haré yo con esta espada?” donde mezcló los atentados terroristas de París del 13 de noviembre de 2015 con la vida del asesino en serie Ted Bundy, el caníbal japonés Issei Sagawa y escenas de masturbación y lanzamiento de orines. 

“No me preocupan en absoluto” responde Liddell cuando se le pregunta por las críticas a su obra. “Mi objetivo no es provocar. Pero para llegar a la idea del sacrificio necesito ponerme en situaciones extremas. El objetivo último es la poesía”.