AFP
El coronavirus la sumió en una pesadilla de fosas comunes y hospitales repletos. Pero pocos meses después, la ciudad de Manaos creyó en un respiro y volvió a oír música en el Teatro Amazonas, una joya renacentista de fines del siglo XIX en el corazón de la selva brasileña.
Bajo estrictas medidas sanitarias en momentos en que nadie puede decir si lo peor ya pasó, la Amazonas Filarmónica presentó allí la semana pasada obras de Mozart y Beethoven, para deleite de espectadores como Marcelino Aguiar, quien se animó a ir al teatro por “primera vez” desde el auge de la pandemia entre abril y mayo.
“Me siento muy agradecido por esta oportunidad de participar en un evento de música clásica. Tanto mi esposa como mis hijos y yo disfrutamos mucho”, dijo Aguiar, que usaba mascarilla.
Los dos cuartetos, uno para piano y otro para cuerdas, forman parte del repertorio de música de cámara, sin director, en un intento de adaptar a los nuevos tiempos el retorno progresivo a una esperada normalidad.
Los músicos “necesitaron ensayar mucho y afinar los oídos. De ese modo, son ellos los que crean la identidad sonora de la obra”, explicó el director adjunto de la Filarmónica, Marcelo de Jesus.
Bajo su cúpula dorada -con una pintura que evoca la Torre Eiffel-, los espectadores ocuparon la mitad del aforo de 700 butacas de terciopelo rojo estilo clásico, con lugares vacíos intercalados.
“Me siento muy seguro, muy tranquilo aquí”, afirmó Aguiar.
Lugares como el Teatro Amazonas reabrieron en momentos en que las curvas de contagios y muertes se redujeron drásticamente en el estado Amazonas, en el norte de Brasil. Manaos, una ciudad de 2,2 millones de habitantes, había vivido el horror: entierros en fosas comunes, hospitales al borde del colapso y morgues desbordadas.
Un estudio publicado en la plataforma medRxiv evaluó que un 66% de los manauenses desarrolló anticuerpos al covid-19 y sugirió que la población pudo haber adquirido lo que se denomina una “inmunidad de rebaño”.
Pero esas esperanzas fueron enfriadas la misma semana pasada, debido a un aumento de contagios que llevó a las autoridades a volver a imponer el cierre de bares y playas por 30 días.
Mientras tanto los responsables del Teatro Amazonas -uno de los escenarios del filme “Fitzcarraldo” (1982) del director alemán Werner Herzog- aseguran que el espectáculo continuará, para seguir dando vida a un escenario surgido durante la fiebre del caucho.
“El arte resiste y persiste y nosotros, sí, logramos adaptarnos” a los tiempos del covid-19, celebró el historiador Bruno Miranda, de 35 años, antes de que se levante el telón