La vida libre aviva la fertilidad en una reserva animal de México

AFP

Una jirafa reticulada, dos elefantes y algunas especies en riesgo agrandaron la manada de un centro de conservación del estado mexicano de Puebla, donde la reproducción se ve favorecida por la libertad que disfrutan los animales.

“Es momento de crías, muchos animales empiezan a parir a partir de diciembre y terminan por mayo o junio”, celebra Frank Camacho, director de Africam Safari, una reserva ubicada en el municipio de Valsequillo, a 150 kilómetros de Ciudad de México.

“Ahora estamos con muchos animales bebés, tenemos una jirafa, elefantes, ankoles, búfalos, ñus”, agrega Camacho en el parque de 830 hectáreas, donde viven 5.741 ejemplares de 498 especies, desde mariposas pequeñas hasta elefantes africanos y asiáticos e hipopótamos.

La jirafa reticulada, “una de las subespecies más raras” de estos animales, nació el pasado 13 de septiembre con una altura de 1,53 metros. Cuatro meses después mide 2,60 metros y podría alcanzar los 4,50 metros, cuenta Camacho.

Como la madre no pudo alimentarla, sus cuidadores le proveen 13 litros de leche al día con un biberón, lo que le permite ganar 1,5 kilos de peso diariamente, explica el director.

En el centro de conservación ningún animal tiene nombre propio, pues Camacho considera que cada uno tiene su “propia personalidad” y por tanto no lo requieren.

Semanas antes que la jirafa vieron la luz dos elefantes, ampliando la manada a 16 ejemplares, nueve de los cuales fueron traídos hace 11 años desde África para ponerlos a salvo de los cazadores furtivos. Los demás nacieron en la reserva.

Ambos caminan al lado de su madre, quien los guía a tomar agua en un lago.

En el parque también esperan como algo “muy especial” el nacimiento de águilas reales, gracias a que dos parejas están incubando huevos. A estas aves “se les enseña a cazar y luego son liberadas”, señala Camacho.

Para este investigador, una de las razones del éxito reproductivo de Africam Safari es que los animales viven en libertad, pues los únicos barrotes que existen son los que separan a los felinos depredadores. También influye la amplitud territorial.

“Aquí se comportan como lo hacen en su hábitat, pero sin enfermedades o cazadores furtivos”, asegura Camacho, quien descarta que el cierre de las instalaciones por la pandemia, el año pasado, haya alentado la reproducción.

“Ellos no saben de pandemias, de virus, de lo que pasa afuera. No hemos disminuido la calidad de la atención. Para ellos la vida es absolutamente normal”, subraya.

Durante la epidemia de covid-19, el centro de conservación ha transmitido por plataformas digitales nacimientos de diversas especies, como un aporte a la comunidad científica.

Sin embargo, el cierre forzado impactó las finanzas de la reserva, que vive de las entradas del público y se ha sostenido con el dinero de proyectos que fueron aplazados.