Un festival belga de música electrónica se ha reinventado para adaptarse a las normas sanitarias en tiempos de coronavirus: el público asiste en grupos de ocho personas en barcas para respetar el distanciamiento físico.
El jueves por la noche, en el parque del castillo de Ribaucourt, a unos 20 kilómetros de Bruselas, solo 400 personas participaron esta edición tan especial del festival Paradise City. O sea el máximo permitido para concentraciones al aire libre.
“Somos el primer evento con público en Bélgica” desde el desconfinamiento, “así que la gente está súperemocionada, todo el mundo quiere divertirse, ver a los artistas actuar”, explica a la AFP un organizador, Antoine De Brabandere.
El festival, que normalmente reúne a unas 10.000 personas por día, fue cancelado en su versión habitual. “Estábamos decepcionados, reflexionamos sobre cómo hacer algo”, cuenta. “Pensamos, los barcos serían ideales, porque la gente se queda en su burbuja de amistades, no se acerca a los demás, y es una experiencia un poco especial”.
– “Fiesta de verdad” –
En un mes se diseñaron las barcas y se construyeron en cuestión de días.
Se aconseja, sin embargo, a los asistentes al festival que no bailen con demasiado frenesí a bordo de estas embarcaciones de madera con remos en el lago.
Un barco de rescate vigila, aunque el agua tiene sólo 40 cm de profundidad, como pudieron comprobar algunos durante la primera velada del festival, el miércoles.
Excepcionalmente, la entrada es gratuita y se sorteó. Los afortunados tenían el derecho de invitar a siete personas de su círculo íntimo.
Rachel Kremers, una abogada de 27 años, no pensó que “iría a un festival este verano”, cuenta en medio de un grupo de amigos que piden bebidas en un puesto antes de embarcar. “Es mejor que el ‘live stream’ que ves desde el sofá”, afirma la joven, invitada por un amigo, y que “ni siquiera miró” el cartel antes de venir.
Los artistas previstos esa noche son todos belgas: BeraadGeslagen, Lola Haro, una pinchadiscos de Amberes, y Charlotte Adigéry, cuya música combina influencias electrónicas y antillesas.
En una barca, rodeada de amigos, incluidos sus compañeros de piso, Lua Huyghebaert, de 25 años, está encantada. “Es la primera vez que salimos a una fiesta de verdad. Sienta fenomenal”, afirma la joven, quien asistió a las dos últimas ediciones del festival.
¿Se repetirá la fórmula? “Espero que sea temporal”, declara Antoine De Brabandere. “Lo importante en un festival es conocer a gente, no quedarse en una burbuja”.