AFP
De día, Le Yen Quyen trabaja como farmacéutica en una clínica del delta del Mekong, en Vietnam. Por la noche, se disfraza de león para bailar encaramada a un poste de metal, un entrenamiento peligroso antes de las festividades del Año Nuevo Lunar.
Quyen, de 27 años, fue una de las primeras mujeres en unirse a la Compañía de Danza del león y dragón Tu Anh Duong, donde los artistas imitan los movimientos de esos animales para traer buena suerte y disipar los malos espíritus.
Noche tras noche en la ciudad sureña de Can Tho, ensaya para perfeccionar las acrobacias que exhibirá durante Tet, la fiesta del Año Nuevo vietnamita, que comienza la próxima semana.
Su hija pequeña, que la acompaña en todos los ensayos, la observa desde un costado.
“Para ser buena en la danza del león tienes que ser paciente y correr riesgos”, explica a la AFP Quyen, cuyo esposo también es bailarín en la compañía.
“Al principio fue muy difícil. Me lastimé las manos y los pies”, cuenta.
En el centro de la rutina de baile hay 21 postes de metal, algunos miden más de 2 metros, y los bailarines deben saltar entre ellos para simbolizar las difíciles etapas que deben ser superadas en la vida.
Por encima de todos ellos hay otro poste, que mide 7 metros, el último “escalón” para mostrar los giros y volteretas complejas de la danza del león.
– Demasiado difícil para una mujer –
Cinturón negro de Taekwondo, Quyen ya tenía la agilidad y la fuerza para destacarse en esta danza, que durante siglos se ha realizado -en gran parte por los hombres- en Vietnam y en otras partes de Asia.
Pero, para unirse al grupo, tuvo que superar la resistencia de la comunidad local, que afirmaba que era demasiado difícil para una mujer.
Fue su talento el que finalmente los convenció, explica Quyen, que ganó docenas de medallas de oro en las competiciones locales y nacionales de baile de leones y dragones.
“Estoy orgullosa de ser la persona que ha inspirado a otras chicas”, comenta, explicando que ahora hay 20 mujeres en la compañía. Uno de ellas es Luu Thi Kim Thuong, de 17 años, que se inscribió con cuatro de sus amigos, a pesar del miedo a las alturas.
“Cuando comencé al principio tenía miedo y no podía subir hasta la cima. Pero gradualmente, subí más y más”, dice Thuong. “Me tomó tres meses escalar los postes más altos”.
Entrenando entre dos y tres horas por día después de la escuela, logró construir una buena dinámica con sus compañeros bailarines.
“Es crucial para un deporte tan exigente”, agrega. “Tenemos que comunicarnos, entendernos unos a otros. Si algo está mal, uno de nosotros tiene que decirlo en voz alta para que podamos solucionarlo juntos”.