AFP
Entre el colapso económico y la inflación en el Líbano, Chérine ya no puede permitirse comprar toallas sanitarias. Así que cada mes, cuando le llega la regla, la joven madre utiliza trapos viejos, incluso pañales de su bebé.
“Al principio, tenía que comprobar que mis pantalones no estaban manchados”, reconoce, evocando las dificultades para adaptarse a esta nueva precariedad económica que trastorna hasta su intimidad.
“Entre los altos precios y la ira que siento, preferiría no tener mi período”, lamenta la madre de 28 años.
Cuando el costo de las toallas sanitarias que compraba antes de la crisis aumentó, Chérine intentó encontrar otra marca más asequible, pero las compresas nuevas le dieron alergias.
Con la depreciación de la libra libanesa que nada parece frenar, los nuevos precios en los escaparates -que se adaptan al tipo de cambio en el mercado negro- y los salarios que no siguen, incluso las marcas baratas son inaccesibles.
Los precios de las toallas sanitarias se quintuplicaron. Los paquetes que antes costaban menos de 3.000 libras, es decir, dos dólares, se venden hoy entre 13.000 y 34.000 libras (entre 8,6 y 22,6 dólares).
Chérine da prioridad a las necesidades de su hija de unos meses. “Prefiero comprarle leche, yo puedo aguantar”, explica.
Nunca pensó que un día usaría ella los pañales de su pequeña, que consigue a través de donaciones.
“Corto el pañal por la mitad, así, me hace dos usos, sobre todo cuando salgo”, cuenta ella. “También utilizo toallas o trozos de tela”, añade.
– 55% de la población bajo el umbral de la pobreza –
Chérine también renunció a los analgésicos que aliviaban el dolor de los primeros días de menstruación. Ahorro, “en caso de que mi hija necesite algo”, explica.
El colapso económico sumió al Líbano en una pauperización. El 55% de la población vive actualmente por debajo del umbral de pobreza según las Naciones Unidas y la vida cotidiana se caracteriza por una grave escasez, en particular de medicamentos.
La hiperinflación corre el riesgo de agravarse aún más ya que, para paliar el deshielo de las reservas de divisas, las autoridades intentan cortar las subvenciones, que ya no bastan para frenar el aumento vertiginoso de los precios de algunos productos, como la harina o los carburantes.
De todos modos, los dirigentes nunca creyeron oportuno incluir las compresas sanitarias en las listas de productos subvencionados.
Para apoyar a las mujeres se han puesto en marcha varias iniciativas. “Dawrati” (“Mi ciclo”) quiere luchar contra la “pobreza menstrual” y distribuye cestas femeninas que contienen compresas higiénicas a las mujeres más necesitadas, detalla la cofundadora de este proyecto, Line Tabet Masri.
Las familias o las estudiantes que antes ofrecían toallas sanitarias ya no pueden pagarlas ellas mismas, explica.
El equipo es solicitado por “mujeres de clase media”, agrega. “No estamos en condiciones de responder a todas las peticiones porque las donaciones han disminuido considerablemente”, afirmó.
En el campamento de Shatila, en Beirut, las refugiadas palestinas desplazadas de Siria aprenden a confeccionar toallas higiénicas de tela reutilizable.
Este proyecto es fruto de la colaboración entre la ONG “Days for Girls” (“Días para las jóvenes) y la asociación local Wingwoman Lebanon, que distribuirán estas compresas femeninas en regiones desfavorecidas como Akkar (norte) o en campos de refugiados.