AFP
A más de 3,000 km de tierras habitadas, un grupo de médicos acompaña, en condiciones muy particulares, a investigadores, militares y personal destinado a las tierras australes francesas en tres remotas islas del océano Índico para permitirles trabajar con toda seguridad.
Kerguelen, Crozet y Amsterdam, perdidas en los confines de los océanos Índico y Austral, desempeñan un papel estratégico muy importante para Francia, pero también para la Unión Europea con una estación del sistema de posicionamiento por satélite Galileo.
Las dos últimas, que albergan durante el invierno austral a una treintena de personas, tienen cada una un médico. Kerguelen (50 “habitantes”), tiene dos, uno de los cuales puede ser destinado a otra isla o acompañar una evacuación médica.
Los hospitales de las tres islas son los mejor equipados a miles de kilómetros de distancia, con quirófano, consultorio dental y la posibilidad de realizar radiografías, ecografías o analíticas.
Los pescadores a veces se detienen allí para recibir tratamiento.
Los médicos también pueden pedir consejo a especialistas gracias a una asociación con el centro hospitalario de la isla francesa de La Reunión.
Pero a más de 3,000 km de cualquier tierra habitada, las reglas de la medicina se ven trastornadas por la lejanía.
– Traumatología y apoyo psicológico –
“Normalmente, cuando una persona se lesiona se la protege, se da un alerta y es rápidamente atendida, dependiendo obviamente dónde se encuentra”, explica la doctora Céline Chevobbe.
Pero en las tierras australes francesas el proceso es “un poco más largo”, cuenta el médico del buque “Marion Dufresne” durante un curso de primeros auxilios dado en esta nave de abastecimiento a los pasajeros con destino a Crozet, Kerguelen o Amsterdam.
Casi todas las personas que vivirán en estas islas siguieron cursos de primeros auxilios, pero allí no hay ambulancias. Los socorristas llevan las camillas a pie hasta el hospital y los médicos no tienen un equipo para apoyarlos.
Son los ornitólogos o especialistas de los leones marinos los que les dan una mano si es necesario.
“Ser repatriado lleva más tiempo”, advierte el doctor Chevobbe.
Las aguas circundantes, recorridas por pequeños barcos de pesca o buques militares, están lejos de las rutas habituales de la marina mercante. En caso de una verdadera emergencia, hay que esperar al menos cinco días a que un barco se desvíe. Y para una evacuación médica menos urgente, esperan el paso trimestral del “Marion Dufresne”.
“En Kerguelen nos enseñan a ganar tiempo”, explica el doctor Laurent Lévy, que acaba de ejercer un año en la isla. “La población a la que se atiende está seleccionada y, en general, goza de buena salud”, destaca. Las personas pasaron exámenes médicos muy completos antes de llegar.
“Aquí se practica sobre todo la traumatología, la medicina general y se brinda apoyo psicológico. La base es como un pequeño pueblo. La gente puede confiar en nosotros, guardamos sus secretos”, subraya.
Pero hay que estar preparados. Con un clima frío, ventoso y la presencia de animales salvajes, las probabilidades de hacerse daño no son raras y van desde las mordeduras de leones marinos a fracturas causadas por caídas.
La mayoría de los médicos jóvenes que trabajan en esas islas ya han pasado por los servicios de urgencias y reciben una formación acelerada en cirugía, odontología y otras especialidades, así como un curso de socorro en las montañas.