Mané llega a Catar como ‘rey’ de Senegal

AFP

Procedente de un pequeño pueblo de Casamanza, Sadio Mané se convirtió en rey de Senegal al guiar a los ‘Leones’ hasta un título en la Copa África esperado durante 60 años. Ahora quiere consolidar su corona en el Mundial (20 de noviembre-18 de diciembre).

Actual Balón de Plata, ‘Ballonbuwa’ (el brujo del balón), entró en la historia de su país al conquistar su primera CAN en febrero, alumbrando a su equipo con su talento y convirtiendo el penal decisivo en la final contra Egipto (0-0, 3-1 en los penales).

Pero no conforme con eso, llevó a los suyos a una nueva victoria decidida en desde los once metros contra los mismos ‘Faraones’, en el repechaje al Mundial (0-1/1-0, 3 a 1 en penales).

Esa temporada mágica le valió para alzarse al segundo puesto en el Balón de Oro, mejor clasificación para un futbolista senegalés, y para cerrar su traspaso del Liverpool al Bayern de Múnich.

A sus 30 años, para terminar con su ascenso al Olimpo de su país, deberá mejorar el resultado de sus predecesores en 2002, cuartofinalistas en el Mundial de Corea del Sur y Japón, con su actual seleccionador, Aliou Cissé, como capitán.

Pero el ascenso hasta el trono de ‘Sadio I’ en el fútbol senegalés no ha sido un camino de rosas.

– Carrera llena de obstáculos –

En 2017 ve cómo unos aficionados lanzan piedras contra su coche en su casa de Dakar. Su ‘delito’, haber errado un penal contra Camerún, a la postre campeón, en cuartos de final de la CAN-2017 (0-0, 5 a 4 en penales).

En 2018, es criticado por haber cuajado un Mundial discreto, con un sólo gol (ante Japón 2-2), y por su final carente de brillo contra Argelia (1-0).

Pero esos obstáculos no frenan el camino de ‘Ballonbuwa’. “En el lugar en el que nací, para llegar a ser futbolista hay que sacrificarlo todo”, cuenta en el documental de Rakuten TV ‘Sadio Mané, made in Senegal’.

A la edad de 7 años perdió a su padre, imán del pequeño pueblo de Bambali, en Casamanza, al sur de Senegal.

Sus tíos se encargaron de ayudar a su madre en la crianza. A uno de ellos, Sana Touré, “no le gustaba mucho verme jugando, para él lo importante eran los estudios”, recuerda Mané.

En Bambali, “sólo teníamos esta cancha” de tierra, prosigue el delantero, con porterías oxidadas. A falta de balón, los chicos juegan a veces con pomelos.

En el pueblo, un viejo televisor llevó las imágenes de la epopeya del Mundial 2002, cuando los ‘Leones’ derrotaron al entonces vigente campeón, Francia (1-0), en el partido inaugural, y alcanzaron los cuartos de final en su primera participación.

– “Un largo viaje” –

Pero el paso de un lado al otro de la pantalla fue tortuoso. De chico, emprendió la huida para buscar su oportunidad en una prueba de detección en Dakar. “Fue realmente un largo viaje”, recuerda sobre el periplo por el país que acometió sin tarjeta de identidad, sólo con sus papeles de estudiante y en el que tuvo que atravesar la frontera con Gambia.

“Cuando regresé al pueblo fue el peor día de mi vida, sentía odio hacia mi familia, dije ‘OK’ a estudiar un año más y nada más, y ellos respetaron mi decisión”, cuenta Mané prosiguiendo su relato. “Ahora se acabó, es fútbol, fútbol, fútbol”.

Promesa cumplida, se unió a la escuela Génération Foot y en su primer partido marcó cuatro goles. “Creo que quedaron impresionados”.

El prodigio no tarda en fichar por el FC Metz francés, en pleno invierno de 2011. “Lo primero que me sorprendió fue el viento”.

Pero su llegada a Europa no estaría carente de problemas. Aterriza en Francia con una enorme pubalgia y no osa revelar su lesión: “Me van a decir: ‘Regresas a África’”, temía.

“Yo lloraba como un loco en los vestuarios”, confiesa Mané. “Será complicado cumplir mi sueño con esta lesión, podía ser el final de mi carrera”.

Pero ocho meses después, ya recuperado, comienza su asalto a la gloria.

Y aquel chico, hoy estrella mundial del fútbol, no ha olvidado su Bambali, donde ha construido una escuela y un hospital. Esta implicación fue reconocida con el Premio Sócrates durante la pasada gala del Balón de Oro, distinción otorgada a futbolistas comprometidos con causas sociales y caritativas.

“Es generoso”, explica Aliou Cissé, “invierte en su país, crea empleos, tiene un gran corazón”. Un corazón de León.