A simple vista, el río Grande, con su color verde sereno, parece un espejo de agua tranquilo que separa dos países en Norteamérica. Sin embargo, este apacible paisaje esconde una realidad peligrosa, especialmente para los migrantes que buscan cruzar la frontera sur de los Estados Unidos.
Con más de 3 mil kilómetros de extensión, el Río Grande se ha convertido en uno de los obstáculos más letales para aquellos que anhelan una vida mejor al norte. En una visita al valle del río Grande en la Ciudad de Mission, Texas, fuimos testigos de primera mano de los riesgos que enfrentan quienes intentan cruzar este caudaloso río.
Este lugar está fuertemente custodiado por militares y policías de México y Estados Unidos, conscientes de los peligros que encierra la ribera del río Grande. Rod Kise, vocero de Aduana y Protección Fronteriza para el Valle de Río Grande, destacó la peligrosidad de este río, evidenciada por la trágica cifra de más de 90 personas que perdieron la vida en el año fiscal de 2022.
Los migrantes hondureños, venezolanos, salvadoreños y guatemaltecos son quienes más sufren las consecuencias mortales al intentar cruzar estas aguas. Aunque el patrullaje constante cuenta con más de 115 agentes y 45 barcos, las historias de desesperación se repiten.
Kise advierte que, aunque algunas pertenencias de migrantes, como ropa y gorras, quedan a la deriva en la ribera, el río Grande esconde un secreto macabro de sueños truncados y vidas perdidas en cuestión de segundos. Su mensaje de concientización destaca la necesidad de comprender la gravedad de este desafío.
En medio de la vegetación, las huellas frescas de migrantes que buscan áreas para descansar y esconderse de la patrulla fronteriza revelan la lucha constante que enfrentan aquellos que cruzan este río en busca de una oportunidad en tierras estadounidenses.