AFP
En Grecia, tanto en las islas como en el continente, los migrantes aguardan meses o incluso años una respuesta favorable a su solicitud de asilo, un maratón interminable en un país desbordado que espera “una política de asilo equilibrada” en la Unión Europea.
Omar Singh, un joven de Burkina Faso llegado hace más de un año a la isla de Lesbos, tendrá su entrevista para ver si es apto en diciembre de 2021. Más de dos años de espera que le están volviendo “loco”.
“Cuando llegué todavía no tenía 18 años. He vivido en condiciones horribles en Moria, huí del incendio en septiembre y ahora estoy en un nuevo campo donde mi carpa se moja cuando llueve”, dice Omar, que asegura que está “traumatizado”.
Una espera que se prolonga porque “las personas de África Occidental y los hombres solos no son prioritarios”, lamenta.
En la región de Atenas, Nadir Sawaf, un sirio de Deir-Zoor, espera desde hace cuatro años que le den los papeles.
En un contenedor del campo de Skaramangas, sólo quiere que no le anulen la cita prevista para dentro de una semana con los servicios de asilo debido al confinamiento impuesto en Grecia hasta finales de noviembre.
Nadir llegó a Lesbos unas semanas después de la firma del acuerdo entre la Unión Europea y Ankara en marzo de 2016, y su asilo fue rechazado en primera instancia ya que Turquía está considerada como “un país seguro para él”, según los términos del acuerdo.
“¡Turquía no es un país seguro para los sirios, hay expulsiones forzosas a Siria!”, brama Nadir, que ha recurrido la decisión pero no ha podido contratar a un abogado por falta de medios. “Bloqueado en Grecia” desde hace cuatro años, sigue “sin papeles, sin empleo y sin familia”.
– Las llegadas caen 73% –
El gobierno griego votó en noviembre de 2019 una ley para acelerar estos procesos.
Según el ministerio de Migraciones, las solicitudes de asilo, en octubre, sumaban 87.622. En un año, su número se redujo un 38%.
Pero “esta mejora se debe sobre todo a una reducción de las llegadas (de migrantes) este año”, -73% interanual, estima la portavoz en Grecia de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), Stella Nanou.
“Se debe acelerar los procedimientos pero también garantizar todos los derechos necesarios a los exiliados”, recalca por su parte Spyros-Vlad Oikonomou, del Consejo Griego de Refugiados (GCR).
“A menudo, existen errores de procedimiento en primera instancia, la entrevista salió mal o un solicitante de asilo no se expresó bien. Es crucial que los candidatos rechazados puedan tener un recurso correcto”, estima, quejándose de la “falta de intérpretes” y abogados.
Para los últimos que han llegado, las demandas de asilo son enviadas, pero los migrantes que se encuentran desde antes de 2019 pueden esperar años.
“Esta larga espera tiene un impacto psicológico fuerte en los refugiados. Durante dos años no tienen acceso a la educación, al mercado laboral… En lugar de integrarlos, están aislados en campos”, fustiga Spyros-Vlad Oikonomou.
– “Vuelvo a creer en mi futuro” –
El nuevo Pacto Europeo sobre Migración y Asilo, abordado el viernes en Bruselas, prevé “estrictos controles” en las fronteras exteriores, para descartar lo más rápido posible a los migrantes con pocas posibilidades de obtener protección internacional.
Según la propuesta de la Comisión Europea, el país a cargo de la demanda de asilo podrá ser donde el migrante tenga lazos familiares, o donde trabajó o estudió, o bien el país que le otorgó un visado. Y no sólo el primer país europeo al que llegó, como estipulaba hasta ahora el llamado sistema de Dublín.
Tras el anuncio del proyecto de reforma, el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, destacó “la necesidad de una política de asilo equilibrada” y de “compartir las responsabilidades de manera justa” en la UE.
Abo Ahmad, de 28 años, no esperó a la reforma. Tras dos años y medio para obtener sus papeles en Grecia, se fue para Hannover, en Alemania.
“En Grecia, no tenía ninguna ayuda financiera, no tenía derecho a un alojamiento y no encontraba trabajo”, explica este sirio. “Cuando llegué a Alemania, tuve una habitación y una ayuda de 300 euros (353 dólares) al mes. Desde hace una semana, trabajo en un restaurante”. “Vuelvo a creer en mi futuro”, zanja.