La central ucraniana de Zaporiyia, bajo la amenaza de una catástrofe nuclear

AFP

La central de Zaporiyia, situada en el sur de Ucrania y ocupada por el ejército ruso, vive bajo la amenaza de una catástrofe nuclear, entre bombardeos, cortes eléctricos y la presión que sufren sus empleados ucranianos.

¿En qué estado se encuentra?

Tras el susto que supuso que las fuerzas rusas tomaran la central el 4 de marzo, la situación se ha degradado desde principios de agosto.

La zona ha sido objeto de reiterados bombardeos, de los que Rusia y Ucrania se acusan mutuamente.

El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), que envió a expertos a la planta, informó de “al menos doce disparos” este fin de semana.

“Quien quiera que esté detrás de esto, debe parar inmediatamente”, exigió el director del OIEA, Rafael Grossi. “Son [ataques] absolutamente deliberados y selectivos”. 

Este lunes debía revisarse el estado general del sitio, donde ya se reportaron daños en diversos lugares, sobre todo “donde hay combustibles nuevos y usados”, según Grossi.

El nivel de radiaciones estaba dentro de la normalidad y el suministro de energía externo no se vio afectado.

“Aunque no haya habido un impacto directo en los sistemas de seguridad claves, el bombardeo se acercó peligrosamente. Estamos hablando de metros, no de kilómetros”, declaró el jefe de la agencia de la ONU.

Grossi está realizando consultas para poner en marcha una zona de protección en torno al recinto que ocupa la central. De momento, sin éxito.

¿Cuáles son los riesgos?

“El impacto directo [de un misil] en los reactores y los equipos adyacentes, sobre todo donde se almacena el combustible usado, podría tener consecuencias graves”, subrayó en septiembre Rafael Grossi.

Las seis unidades diseñadas por los soviéticos de la central más grande de Europa de momento no se vieron afectadas. 

Están protegidas por “recintos de confinamiento más bien robustos”, explicó a la AFP el consultor Tariq Rauf, exresponsable del OIEA. “Pero, naturalmente, no fueron diseñadas para resistir a una guerra”, matizó.

Otro de los riesgos es un corte de electricidad prolongado.

Los sistemas de la central están alimentados por cuatro líneas de 750 kilovoltios (kV), que han sido dañados varias veces por los bombardeos.

Si falla esa red, la electricidad puede llegar por otras líneas a través de una central térmica cercana. Pero esas vías también se han visto afectadas con regularidad.

El operador ya se ha visto obligado a recurrir temporalmente a generadores. La central tiene 20 en total, y sus reservas de carburante le permitirían funcionar hasta quince días seguidos. 

Un escenario extremo

La electricidad es indispensable para el funcionamiento de las bombas que se encargan de la circulación del agua, pues hay que enfriar constantemente el combustible de los núcleos de los reactores y el que se encuentra en las piscinas de almacenamiento. 

“Un fallo prolongado en el enfriamiento conduciría a un accidente de fusión del combustible y a emisiones radioactivas al medio ambiente”, subraya el Instituto Francés de Radioprotección y Seguridad Nuclear (IRSN).

Un escenario parecido al ocurrido en marzo de 2011 en Fukushima (Japón), aunque en el caso de Zaporiyia se dispondría de más tiempo para reaccionar, según la directora general del IRSN, Karine Herviou.

Además, “no se trata de los mismos modelos: el volumen que hay en el recinto de confinamiento es más importante, por lo que el aumento de la presión será más lento”, agregó la experta.

Y, como todos los reactores del sitio están parados, si se produjera un accidente, “las consecuencias serán menos graves: la cantidad de yodo será mucho menor”, afirmó Herviou.

La ocupación rusa

La central está gestionada por el operador ucraniano Energoatom, pero está ocupada por los rusos, que se la anexionaron oficialmente a principios de octubre.

“Es una situación única”, advirtió Grossi. Y más aún teniendo en cuenta que las fuerzas rusas se apoderaron del centro de crisis.

Si ocurriera un accidente grave, “ese lugar es indispensable para que los equipos ucranianos puedan controlar el estado de las instalaciones, tomar las medidas que se impongan para limitar las consecuencias del accidente, pedir refuerzos externos, alertar a la población”, advirtió Herviou.

Otro motivo de preocupación: los empleados viven en un “estrés constante”, según el OIEA.

El jefe de Energoatom, Petro Kotin, denunció en septiembre, en declaraciones a la AFP, los abusos de los rusos contra el personal, y mencionó torturas, asesinatos y secuestros. Moscú ha desmentido sistemáticamente estas acusaciones.