Óscar Flores
El plan para verter agua residual tratada de la central nuclear de Fukushima al océano ha desencadenado una respuesta inmediata y la ira de China.
Las autoridades japonesas anunciaron que el proceso comenzará el jueves, lo que provocó una reacción de descontento por parte de China, que convocó al embajador japonés.
La secretaría de Relaciones Exteriores de China expresó que el océano es patrimonio de la humanidad y criticó la decisión de Japón de desechar agua contaminada en él.
Aunque el gobierno japonés y la empresa operadora de la central nuclear aseguran que el agua tratada no presenta riesgos sanitarios ni ambientales, la comunidad pesquera local teme las repercusiones en la reputación de sus productos.
China y Hong Kong han impuesto prohibiciones a la importación de alimentos japoneses en respuesta a este plan. El gobierno japonés ha pedido a la empresa TEPCO que se prepare para el vertido de agua, programado para el 24 de agosto, si las condiciones meteorológicas lo permiten.
Este paso genera preocupación en la industria pesquera japonesa y ha avivado las tensiones geopolíticas y económicas entre Japón y China.
Mientras las autoridades japonesas afirman que la descarga tendrá un impacto insignificante en el medio ambiente y la población, China y otros países de la región siguen expresando preocupación y restringiendo las importaciones de productos japoneses.