AFP
El nuevo rey británico, Carlos III, prosiguió este martes su gira por las cuatro naciones que forman el Reino Unido, visitando Irlanda del Norte donde se enfrenta al desafío de asentar una complicada reconciliación y evitar la amenaza secesionista.
El gobierno de Escocia, que el monarca visitó el lunes, pretende avanzar hacia la convocatoria de un nuevo referéndum de independencia, pero la resistencia armada a la Corona terminó allí hace siglos.
Por el contrario, en Irlanda del Norte la paz data solo de 1998 y sigue siendo frágil.
Los unionistas norirlandeses profesaban una devoción reverencial por la difunta reina Isabel II, base de su profundo apego a la corona británica y a la pertenencia de esta región al “Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte”. Una pertenencia que desde el Brexit sienten que está más amenazada que nunca.
Marina Reid, de 54 años, residente de Shankill Road, barrio unionista de Belfast, señala unas informaciones que provocaron ira entre su comunidad, sobre un grupo de republicanos que celebró con fuegos artificiales y canciones el fallecimiento de Isabel II, el jueves a los 96 años.
“Eso lo dice todo sobre el respeto que recibimos por su parte en estos tiempos de duelo”, dice a la AFP.
Esas informaciones, que la policía norirlandesa está investigando, no son representativas de la respuesta general de la comunidad republicana norirlandesa.
– “Valiente” –
“Reconozco que es una líder valiente”, dijo de la difunta reina la vicepresidenta del Sinn Fein, Michelle O’Neill, que debe convertirse en la nueva primera ministra de la región.
Y alabó “la importante contribución que hizo la reina Isabel para lograr la paz y la reconciliación entre las diferentes tradiciones de nuestra isla y entre Irlanda y Gran Bretaña durante los años del proceso de paz”.
Unionistas protestantes y republicanos católicos se enfrentaron durante tres décadas en un violento conflicto que dejó unos 3,500 muertos e implicó a grupos armados de ambas partes, así como al ejército británico.
Tras el Acuerdo de Paz del Viernes Santo de 1998, el Sinn Fein, exbrazo político del Ejército Republicano Irlandés (IRA) ganó legitimidad política y en las últimas elecciones regionales se alzó por primera vez en la historia con la mayoría en el Parlamento autónomo regional.
El acuerdo de paz impone que unionistas y republicanos compartan el poder, por lo que el viceprimer ministro debería pertenecer al Partido Democrático Unionista (DUP).
Sin embargo, iracundo por las disposiciones especiales negociadas entre Londres y Bruselas en el marco del Brexit, que imponen controles aduaneros entre Irlanda del Norte y el resto del Reino Unido, el DUP bloquea desde hace meses la formación de gobierno.
– Mayoría católica –
Carlos III se reunió con los líderes políticos de la región en el Castillo de Hillsborough, en el sur de Belfast.
Recibió condolencias respetuosas de unionistas y republicanos. Pero, con su ascensión al trono, estos últimos ven un poco más cerca su sueño de salir del Reino Unido para reunificarse con la vecina República de Irlanda.
El rey asistió también a un oficio religioso, concebido para protestantes y católicos así como otras confesiones, en que también participaron el presidente, el primer ministro y el canciller de la República de Irlanda.
Por primera vez en sus 101 años de historia, la población de una región que fue históricamente bastión protestante avanza hacia una mayoría católica, como se espera que demuestre el próximo censo.
El Sinn Fein se niega a reconocer la autoridad de la monarquía británica en Irlanda del Norte y O’Neill se ausentó el domingo del acto de proclamación del nuevo rey en Hillsborough.
Por su parte, los “unionistas se sienten desestabilizados en término de identidad, desestabilizados sobre su lugar en el Reino Unidos tras el Brexit”, dice a la AFP Dierdre Heenan, politólogo de Ulster University.
“La muerte de la reina es otro golpe a su confianza y a su identidad. Por supuesto abrazarán al nuevo rey, pero son conscientes de que esto puede provocar un terremoto” en una región de por sí inestable.