AFP
Entre internados y familias de acogida, Kevin De Bruyne vivió una adolescencia a menudo caótica antes de convertirse en lo que es hoy, un candidato al Balón de Oro.
El astro belga del Manchester City, con el que disputará el sábado la final de la Liga de Campeones ante el Chelsea, porta una coraza forjada en su juventud, con un carácter frío a tenor de algunos, pero con un recorrido en el que lo sacrificó casi todo por el fútbol.
“Estoy con mi mujer desde hace siete años y ella nunca me ha visto llorar”, confesaba el tres veces campeón de la Premier con los ‘Citizens’ en un video difundido en 2019.
Después de haber golpeado sus primeros balones en Drongen, en la región de Gante, en Flandes, con 14 años se fijó en él el Gante, pero no tardó en recalar en el centro de formación del Genk, otro club de la élite en Bélgica.
Ello conllevó el exilio lejos de la familia. El adolescente tímido y encerrado en sí mismo vive un primer año difícil en un internado.
“Con 14 años dejé a mis padres y me encontré en un internado, donde se dormía en habitaciones comunes, con todo el mundo. Afortunadamente el segundo año encontré una familia de acogida, era más confortable”, recuerda.
– Lágrimas –
Pero las cosas no mejoraron. A final de temporada regresó a casa con sus padres. Entre lágrimas le confesaron que su familia de acogida ya no deseaba hospedarlo más.
“Eres difícil en las relaciones. Te cuesta comunicarte con los hijos de la familia de acogida”, le explican, devastados, su padre Herwig y su madre Anne.
“Esta reputación de ‘difícil’ viene del hecho de que soy tranquilo y tímido. Ese incidente me persiguió durante varios años. Eso me creó problemas”, confesó hace dos años.
Después de un paso por una nueva familia de acogida donde se integra mejor, en el momento del regreso al internado con 17 años pasa a formar parte del equipo profesional del Genk.
“En el internado hay unas reglas, se cena de 18h00 a 19h00, después se estudia hasta las 20h00. Después tienes tiempo libre y a las 21h00 tienes que estar en tu habitación”, cuenta el ‘Diablo Rojo’ belga.
“Pero yo regresaba del entrenamiento hacia las 21h30. Todavía tenía que cenar y estudiar. Todo el mundo estaba ya en su cuarto así que yo no veía a nadie. El internado me dejaba comida en un ‘tupperware’, y a veces se olvidaban”.
– Sin representante –
“Esos años en el Genk fueron los que más aislado estuve. Por un lado perdí a todo el mundo, por otro trataba de construir algo”, prosigue De Bruyne. “Uno se dice: ‘si no lo logro, ¿para qué sirve este sacrificio?'”.
Pero todas esas renuncias tuvieron su premio. En 2010, con 19 años, es llamado por la selección belga, con la que cuenta 77 presencias y 20 goles hasta el momento, y un año después conquistó la liga belga con el Genk.
Es el inicio de un recorrido futbolístico a veces caótico también, que lo verá pasar por el Chelsea, Werder Bremen, Wolfsburgo (donde será designado mejor jugador de la Bundesliga) y por último el Manchester City, donde se ha establecido desde 2015.
Con los ‘Citizens’ ha levantado por el momento diez títulos, y el pasado mes de abril prolongó su contrato hasta 2025. Una negociación que llevó él solo (junto a su familia y un abogado), después de haberse separado de su representante por turbios motivos económicos.
Ya sin esas preocupaciones, De Bruyne sueña a sus 29 años con verse en la cúspide de Europa, sea con el City o con Bélgica en la Eurocopa (11 de junio-11 de julio), antes, quizá, de conquistar un Balón de Oro que le haría olvidar definitivamente los tormentos de su juventud.