El brasileño Thiago Braz se sacude en Tokio de la “maldición dorada”

AFP

La medalla dorada en Rio-2016 lo convirtió en un héroe en Brasil, pero, como a los conquistadores, la fiebre del oro pareció nublar sus saltos. Hasta este martes, en Tokio, cuando Thiago Braz se sacudió de viejos fantasmas.

El garrochista paulista, de 27 años, se colgó la presea de bronce, un bálsamo metálico para un atleta que se vino a menos después de bañarse de gloria en su tierra hace un lustro. 

Aunque el nuevo campeón olímpico, el sueco Armand Duplantis, plusmarquista mundial, y el estadounidense Christopher Nielsen lo superaron sin mayores dificultades, Braz volvió a sonreír en competencia luego de temporadas de tormenta.

El tercer lugar “representa, incluso dentro de las Olimpiadas, una resiliencia. Nada fue fácil para mí en estos cinco años, pero me superé y estoy llevando una medalla para Brasil”, afirmó.

Tras la recordada disputa con el francés Renaud Lavillenie, campeón en Londres-2012, en el atestado estadio carioca Nilton Santos aquel 15 de agosto de 2016, Braz se fue en blanco en la mayoría de las grandes citas del salto con pértiga.

En el Mundial de Doha-2019 fue quinto y en los Juegos Panamericanos de Lima-2019 se quedó con la cuarta plaza. El consuelo para su insistencia fue el segundo puesto en los sudamericanos de atletismo de la capital peruana en 2019.

La tempestad se agravó en abril de 2020, cuando el Clube Pinheiros, cuna de varios medallistas olímpicos brasileños, le rescindió el contrato alegando el impacto económico de la pandemia. 

La decisión de la escuela deportiva fue un golpe en las alas de alguien acostumbrado a volar dentro y fuera de la competición. 

– Adicto a las alturas –

El aeromodelismo, donde ha invertido parte de algunos de sus premios, ha sido otra fuente de alegrías para una vida marcada por las dificultades. 

Su madre lo abandonó cuando él tenía dos años y su crianza quedó a cargo de sus abuelos María do Carmo y Orlando, a quienes considera sus auténticos padres. Durante días, en vano, esperó con una mochila en la espalda el regreso de su mamá. 

De la mano de su tío, el exdecatleta Fabiano Braz, se decantó por el atletismo cuando tenía catorce años y comenzó una destacada carrera en inferiores, ganando la plata de los Olímpicos juveniles de Singapur-2010.

En 2012, meses después de empezar a prepararse con Élson Miranda de Souza, marido y entrenador de la gran Fabiana Murer, se colgó el oro en el Mundial júnior de Barcelona. Su nombre, entonces, entró de lleno en el mundo del salto con pértiga.

El técnico brasileño lo orienta cuando Braz, nacido en el municipio paulista de Marília, se entrena en su país. En Italia, su otro hogar, suele estar en manos del ucraniano Vitaly Petrov, el más respetado de la modalidad y mentor de los campeones olímpicos Sergei Bubka y Yelena Isinbayeva.

Profundamente religioso y ávido lector de la Biblia, dedicó el tercer puesto en suelo nipón a su esposa Ana Paula Oliveira, quien también se probó con la garrocha, y a su familia. 

“Tenía confianza en ganar el oro, pero no se dio. Hace dos días soñé que conquistaba el bronce. Me miré el pecho y no me gustó mucho, quería la de oro, pero aún así agradecí”, afirmó Braz, sin dar pistas sobre alguna nueva aspiración olímpica en París-2024.