AFP
El campesino ugandés Bonaventura Senyonga se prepara para enterrar a su nieto. Pero en medio de un brote de ébola en este país africano, las viejas tradiciones se olvidan mientras un equipo médico del gobierno prepara el cuerpo para el funeral.
Despedir a los muertos no suele ser un rito discreto en Uganda. Los dolientes suelen buscar el consuelo en los miembros de la comunidad, que acuden a sus casas para llorar juntos al fallecido.
Pero esta vez no.
El campesino de 80 años está acompañado solamente por un puñado de allegados mientras cava la tumba en las tierras de sus ancestros, rodeada de bananos.
“Al principio pensábamos que era una broma o brujería pero cuando empezamos a ver cadáveres, nos dimos cuenta de que es real y que el ébola puede matar”, dice Senyonga a la AFP.
Su nieto de 30 años, Ibrahim Kyeyune, era padre de dos chicas y trabajaba como mecánico de motocicletas en el distrito central de Kassanda, epicentro del brote en el país junto al vecino de Mubende.
Los dos distritos están bajo confinamiento desde mediados de octubre, con un toque de queda desde la puesta hasta la salida del sol, prohibición de viajes personales y espacios públicos cerrados.
– Miedo –
La reaparición del virus del Ébola después de tres años sembró el miedo en Uganda, que ya ha reportado casos en su capital Kampala.
La contagiosa enfermedad se abre camino en el país de 47 millones de habitantes. Según los últimos datos del Ministerio de Sanidad, se registraron 135 casos y murieron 53 personas, entre ellos niños.
En la empobrecida aldea Kasazi B del distrito de Kassanda, todo el mundo está asustado, dice Yoronemu Nakumanyanga, el tío del fallecido Kyeyune.
“El ébola nos ha impactado por encima de lo que imaginamos. Vemos y sentimos la muerte cada día”, explica a la AFP ante la tumba de su sobrino.
“Sé que cuando llegue finalmente el cuerpo, la gente del vecindario saldrá corriendo, pensando que el virus del Ébola se propaga por el aire”, afirma.
En realidad, el virus se transmite por los fluidos corporales. Sus síntomas habituales son fiebre, vómitos, hemorragia y diarrea.
Pero la desinformación está muy extendida y supone un importante desafío.
En algunos casos, los familiares de las víctimas exhumaron los cuerpos después de los entierros supervisados médicamente para organizar ritos funerarios tradicionales, lo que provocó más infecciones.
En otras instancias, los pacientes buscaron la ayuda de santeros en vez de los servicios médicos, una tendencia creciente que llevó el mes pasado al presidente Yoweri Museveni a ordenar que estos curanderos paren de tratar a gente enferma.
“Nos hemos unido a la lucha contra el ébola y hemos cumplido con la directiva del presidente Museveni de cerrar nuestros santuarios por ahora”, afirma Wilson Akulirewo Kyeya, líder de los herbolarios tradicionales en Kassanda.
– “Yo era el siguiente” –
Las autoridades intentan expandir los servicios sanitarios rurales y ha instalado tiendas de aislamiento y tratamiento en aldeas de forma que las comunidades pueden acceder a la atención médica rápidamente.
Pero el miedo al ébola está arraigado.
Brian Bright Ndawula, un comerciante de 42 años de Mubende, es el único superviviente de los cuatro miembros de su familia diagnosticados con la enfermedad. Perdió a su mujer, a su hijo de cuatro años y a su tía.
“Cuando nos dijeron de ir al hospital para tener un test de ébola, teníamos miedo de quedar aislados (…) y ser retenidos”, explica a la AFP.
Cuando su condición empeoró y el doctor que los trataba en una clínica privada empezó a desarrollar síntomas, se dio cuenta de que habían contraído el temido virus.
“Los vi morir y sabía que yo era el siguiente, pero Dios intervino y salvó mi vida”, dice consumido por la culpa por haber retrasado la prueba del ébola.
“Mi mujer, mi hijo y mi tía estarían vivos si hubiéramos acudido a un equipo de tratamiento del ébola más temprano”, añade.
– “La hora de más necesidad” –
Supervivientes como Ndawula se han convertido en una herramienta poderosa en la lucha de Uganda contra la enfermedad, compartiendo su experiencia como advertencia pero también como prueba de que los pacientes pueden sobrevivir si son tratados a tiempo.
La ministra de Salud, Jane Ruth Aceng, pidió a los pacientes recuperados en Mudende que difundan el mensaje de que “cualquiera que manifieste señales de ébola no debería huir de los trabajadores sanitarios, sino correr hacia ellos”.
“Si huyes con el ébola, te va a matar”, dijo.
Muchos en la comunidad se tomaron en serio este aviso.
El doctor Hadson Kunsa, que contrajo el virus mientras trataba pacientes, confiesa a la AFP que estaba aterrorizado cuando recibió el diagnóstico.
“Pedí a Dios que me diera una segunda oportunidad y le dije a Dios que me iría de Mubende después de la recuperación”, dice.
Pero finalmente no pudo hacerlo: “No dejaré Mubende y no traicionaré a esta gente en la hora de más necesidad”.