AFP
Puerto Rico sufrió en los últimos años una crisis económica, un huracán devastador y un terremoto. Malos precedentes para afrontar una pandemia. Pero la isla supo gestionar la emergencia hasta liderar la tasa de vacunación contra el covid-19 en Estados Unidos.
Los expertos en Puerto Rico atribuyen este éxito sobre todo a dos factores: la solidaridad surgida de las catástrofes pasadas y una respuesta despolitizada a la crisis sanitaria.
Por ejemplo José de Jesús, un funcionario jubilado de 74 años, tenía claro que debía vacunarse.
“El terremoto pasa, la tormenta pasa, pero esto sigue, y más aún con las nuevas variantes que hay”, dice, una semana después de recibir una dosis de refuerzo.
Casi el 74% de los 3,3 millones de habitantes de la isla están totalmente inmunizados contra la enfermedad. La cifra supera la media del país del 58,5% y también la de algunos estados ricos, como Massachusetts o Vermont.
La vacunación permitió reducir drásticamente los contagios de covid en Puerto Rico, que registra ahora tres casos diarios por cada 100.000 habitantes, frente a los 22 del conjunto de Estados Unidos.
Pocos habrían apostado por ello al inicio de la pandemia.
La isla caribeña, un territorio no incorporado de Estados Unidos, tiene el mayor índice de pobreza del país norteamericano.
Un desastre económico disparó su deuda en 2017, lo que llevó a las autoridades de entonces a imponer una dura política de austeridad.
En septiembre de ese año, el huracán María arrasó Puerto Rico, dejando cerca de 3.000 fallecidos, muchos de ellos víctimas de la falta de recursos y la pobre respuesta posdesastre.
Tras aquello, unas protestas provocaron en 2019 la renuncia de un gobernador, Ricardo Roselló, y un terremoto destrozó cerca de 8.000 viviendas en enero de 2020.
– Las lecciones de María –
“Me quitaba el sueño pensar que la pandemia se manejara igual de mal que la respuesta a los huracanes Irma (también en 2017) y María”, dice Mónica Feliú Mójer, portavoz de la organización Ciencia Puerto Rico, que reúne a científicos puertorriqueños destacados en todo el mundo.
Pero el recuerdo de los desastres vividos ha hecho “que la gente ponga de su parte”, creando una ola de solidaridad importante para responder al desafío, explica.
El gobierno puertorriqueño comenzó la vacunación en diciembre de 2020 como todo Estados Unidos. Y en apenas unas semanas, hospitales, universidades, corporaciones privadas y organizaciones sin ánimo de lucro se unieron al esfuerzo.
Esa colaboración fue clave para la campaña, porque ayudó a llevar las inyecciones allá donde hacían falta, asegura Iris Cardona, subsecretaria de Salud y directora de la campaña de vacunación.
De cierta manera, el trauma del huracán María preparó a los puertorriqueños a afrontar el coronavirus.
La labor de la oenegé VOCES, que ha administrado más de 378.000 dosis contra el covid desde enero, es un ejemplo de ello.
La organización nació en 2013 para promover la inmunización de la población contra varias enfermedades. Pero después de que el huracán destrozara las dosis de vacunas en Puerto Rico, tuvo que cambiar de misión.
Entonces “logramos una donación de más de cuatro millones de dólares en vacunas y dinero (de una oenegé estadounidense) para irnos por los campos, por los barrios, a administrarlas”, recuerda su fundadora, Lilliam Rodríguez.
“Eso nos preparó para desarrollar destrezas de ‘first responder’ (respuesta a emergencias) en el área de la salud pública, de la vacunación. Nada es muy distinto de lo que hicimos con María”, añade.
– Una respuesta despolitizada –
Feliú Mójer señala otra de las claves del éxito de la vacunación. A diferencia de lo ocurrido en el resto de Estados Unidos y en otros países, en Puerto Rico “no se ha politizado” la respuesta a la pandemia.
Eso permitió que los mayores partidos apoyaran las mismas medidas para luchar contra el coronavirus, incluida la vacunación.
“En Estados Unidos hay una relación entre las personas, su partido político y su disposición a vacunarse”, dice la experta, algo que no existe en Puerto Rico.
En la isla, “los partidos principales no se organizan alrededor de ideologías conservadora o progresista, sino de preferencias de estatus (del futuro de la relación política de Puerto Rico con Estados Unidos)”, explica.
La unidad permitió que el gobierno puertorriqueño tomara medidas para frenar el virus durante el verano boreal, en pleno pico de contagios y hospitalizaciones por la variante Delta.
El ejecutivo reimpuso restricciones y ordenó la vacunación o la presentación de una prueba PCR negativa semanal para los empleados públicos, así como para los trabajadores y clientes de lugares como los gimnasios y los restaurantes.
Víctor Mateo, de 33 años, no estaba “muy de acuerdo” con esa imposición gubernamental, pero acabó vacunándose tras semanas de tener que presentar una PCR negativa para poder trabajar.
Prefiero “un llamado a las consciencias en lugar de forzar consciencias”, dice este gerente de gimnasio.
Según datos oficiales, unas 152.000 personas contrajeron el covid-19 en Puerto Rico y 3.247 fallecieron por la enfermedad.
Las cifras habrían sido probablemente más altas, de no ser por la colaboración de los ciudadanos con las autoridades.
Desde el primer momento, los puertorriqueños acataron medidas de prevención de contagios, como el uso de mascarillas, la distancia de seguridad y el evitar las aglomeraciones.
El éxito “ha sido una combinación de ciencia y solidaridad”, resume Feliú Mójer.