Chalecos y vehículos antibalas: el boom de la industria de seguridad en Ecuador

AFP

Una fábrica de Quito no da abasto para atender a las decenas de autos que esperan su turno para ser transformados en acorazados de vidrios oscuros. Sus dueños pagaron fortunas para blindarlos ante la violencia del narcotráfico que crece a la par de la industria de seguridad en Ecuador.

En su mayoría camionetas de alta gama llegan al taller, donde los trabajadores las desbaratan y refuerzan hasta el último rincón con materiales especializados para resistir balazos.

A mano y con máquinas, cubren cualquier orificio por el que se pueda colar un proyectil y acabar con la vida del conductor o sus pasajeros, como sucede con cada vez mayor frecuencia en Ecuador.

La demanda de seguridad crece en el país de 18,3 millones de habitantes: políticos de todas las corrientes espantados por las amenazas y los atentados, empresarios que temen ser secuestrados con fines extorsivos, medios de comunicación, entre otros. 

Dado “el nivel de inseguridad que vivimos ahora (…) la gente está buscando esta alternativa”, dice a la AFP Nicolás Reyes, un fabricante de autos blindados.

Desde hace poco más de un año inauguró su planta de producción en la capital, nuevo foco del terror que impone el narcotráfico tras años en los que la violencia golpeó sobre todo el puerto de Guayaquil (suroeste) en el Pacífico. 

“No estamos seguros en ninguna parte, esa es una constante ahora en el país (…) Depende también de nosotros cuidarnos”, se queja Cristian Bravo, un profesional en comercio exterior de 46 años.

El boom se acentuó con el asesinato el 9 de agosto de uno de los candidatos a las elecciones presidenciales del pasado domingo.

Un sicario colombiano mató a tiros al candidato presidencial Fernando Villavicencio cuando se acababa de subir a su camioneta sin blindaje.

Lejanos quedan los tiempos en los que la nación era un baluarte de paz en medio de Colombia y Perú, los mayores productores mundiales de cocaína.

Ahora sus puertos son cruciales para la exportación de la droga, mientras crece la corrupción en organismos estatales, de acuerdo con expertos. 

Al día siguiente del magnicidio, las llamadas de clientes llovían pidiendo cotizaciones, cuenta Sánchez. El ritmo frenético de fabricación lo ha llevado a ampliar las instalaciones de su empresa por falta de espacio.