Mateo Amador, un niño costarricense de siete años con parálisis cerebral, sufría episodios epilépticos diarios hasta que comenzó a consumir aceite de cannabis, cuenta su padre, que fabrica sus medicinas a la espera de que el Congreso apruebe la legalización del cannabis medicinal.
“Con año y medio, le medicaban clonazepam y valproato de sodio, ambos adictivos. Era difícil verlo, completamente drogado por horas. Ahora no toma nada y no tiene crisis. Ha sido maravilloso el cambio”, dice Isaac Amador, acomodando cariñosamente la cabeza de su hijo en su silla de ruedas.
Mateo lleva ya cinco años sin convulsiones, según Isaac gracias a las gotas de aceite de cannabis que recibe y que solo puede obtener de manera ilegal. Añade que su hijo no consumió más los fármacos que, “además de noquearlo, dañaban sus riñones”.
“Incluso mejoró su asertividad y espasticidad [tensión muscular]”, agrega el padre.
Francisco Fonseca, de 29 años, también tiene discapacidad neurológica y epilepsia. Su familia le da gotas de CBD (cannabidiol, otro derivado de cannabis) desde hace tres años, y desde entonces, según su hermano Andrés, su vida mejoró.
Andrés compra las gotas a “un proveedor clandestino”, al igual que otras 3.500 personas, según cálculos de activistas en el país.
– Larga espera –
Un proyecto que permite el cultivo, producción, industrialización y comercialización del cáñamo (cannabis no psicoactivo) y del cannabis para uso medicinal fue presentado en la Asamblea Legislativa de Costa Rica en 2019, y hace dos meses recibió la primera de las dos aprobaciones que requiere para convertirse en ley.
Pero 10 de 57 diputados frenaron judicialmente la segunda votación porque el proyecto debe apegarse “a los convenios y tratados internacionales que ha suscrito Costa Rica contra el narcotráfico”, explicó entonces la legisladora Mileidy Alvarado.
Un mes después, la Sala Constitucional declaró sin lugar el recurso, pero la segunda votación aún no se realizó porque el presidente del país, Carlos Alvarado, quien se ha mostrado a favor del proyecto, no lo incluyó entre las prioridades a discutir antes de cerrar el año.
– Descubrimiento –
Isaac, un trabajador del metal de 46 años, cuenta que el primer acercamiento de su hijo Mateo con la planta de cannabis fue un té con aceite extraído de la raíz.
Una crisis pulmonar obligó a Mateo a pasar 10 días en el hospital y allí se decidió a hallar una alternativa.
Junto a su esposa rastrearon hasta dar con organizaciones en Argentina y Chile, dos países donde la comercialización del cannabis medicinal es legal, al igual que en Panamá, Colombia, México y Uruguay.
Su eficacia para algunas dolencias es reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“Ahí descubrimos este mundo”, señala Isaac, quien un lustro después cultiva plantas en su ático para obtener los medicamentos con los que asegura ayudar no solo a su hijo, sino también a otras familias con niños como Mateo, a quienes regala su producción.
“Nunca he tenido un problema legal, pero sí con personas que no entienden y juzgan: ‘¿Por qué le das a tu hijo marihuana?’ (…). Claro que al principio me preocupaba que quedara ‘high’ [dopado], pero con la información supimos que no sucedería”, añade.
Esa postura contraria al cannabis medicinal tiene eco en expertos en Costa Rica, como el psiquiatra Luis Carlos Sancho.
“Todo es muy anecdótico, pero no se ha constatado de manera adecuada que la marihuana tenga fines medicinales. (…). No se sabe qué efectos secundarios o contraindicaciones tiene”, afirma.
“Este puede ser un portillo para que luego se apruebe el uso recreativo. Ahí sí hay investigación sobre pacientes con depresión, cuadros psicóticos, ansiedad y trastornos de pánico”, añade.
– Especialización –
Isaac cuenta que el impacto entre los profesionales que atienden a Mateo fue positivo.
“Le contamos al neurólogo, terapistas, psicopedagoga, maestros… Todos fueron receptivos. Y con los años he conocido doctores que se especializaron” en el cannabis medicinal, dice.
Carlos Hernández, médico general, se identifica como experto en terapias con cannabis y asegura que con derivados de la planta ha tratado epilepsias, fibromialgias, asma y dolores crónicos. Los usa, además, para tratamientos paliativos contra algunos cánceres.
Según Hernández, la legalización de su uso “puede ser increíble para la economía del país” pero “lo más importante será la salud, pues muchos podrán experimentar cambios positivos”.
Según la estatal Promotora de Comercio Exterior (Procomer), de aprobarse la ley, Costa Rica accedería a un mercado mundial que, para el 2025, movería 35.000 millones de dólares al año.