AFP
El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, intenta movilizar a sus bases más radicales para frenar la erosión de su popularidad y el despunte de su mayor adversario, Luiz Inácio Lula da Silva, como favorito de las elecciones de 2022.
El mandatario ultraderechista, acosado por una investigación parlamentaria sobre su caótica gestión de la pandemia, participará el sábado en Brasilia en un acto convocado por agricultores conservadores, al cual llegará a caballo, según informes.
Los organizadores cuentan con la presencia de unas 100.000 personas, “soldados conservadores”, que denunciarán la “locura” de las medidas de aislamiento tomadas por gobernadores y alcaldes y apoyadas por la corte suprema para contener la pandemia de coronavirus, que ya dejó más de 430.000 muertos en el país.
En paralelo, unas cien ciudades serán teatro de una “Marcha de la Familia Cristiana por la Libertad”, un nombre que evoca las protestas que en 1964 propiciaron el golpe militar y la instalación de una dictadura que duró 21 años.
La jornada tuvo dos ensayos, el primero hace dos semanas, cuando Bolsonaro sobrevoló una concentración de miles de partidarios en Brasilia.
Y la segunda el domingo pasado, cuando el excapitán del Ejército, de 66 años, encabezó una caravana de centenares de motociclistas.
Bolsonaro recurre a la agitación y polarización para asegurarse la fidelidad de sus más convencidos partidarios, aunque eso pueda restarle apoyos en los comicios de octubre de 2022.
“Bolsonaro atraviesa un momento difícil, por lo que actúa para su electorado”, dijo a la AFP la socióloga Debora Messenberg, de la Universidad de Brasilia.
“Como todos los políticos de ultraderecha, necesita mantener a sus seguidores en pie de guerra”, agregó.
– Investigación pandémica –
Desde hace dos semanas, exministros y jefes de grandes laboratorios prestan testimonio jurado ante la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) que examina posibles “omisiones” del gobierno frente a la pandemia.
Los interrogatorios, televisados en directo, pusieron el foco sobre la oposición de Bolsonaro al confinamiento en nombre de la salvaguarda de la economía, así como en su promoción de la cloroquina, un medicamento sin eficacia comprobada contra el covid, su desdén por el uso de máscaras y su rechazo a ofertas de vacunas.
“Es como un desfile de personas, muchas de las cuales formaron parte del gobierno, recordando a los brasileños por qué hay tantos muertos”, dijo Brian Winter, vicepresidente de la Americas Society del Consejo de las Américas.
“Las probabilidades de que [la investigación] termine con su salida de la presidencia son casi nulas, pero lo hiere de cara a la contienda de octubre de 2022, porque recuerda a todos su desastrosa gestión y el negacionismo que abrazó”, agregó Winter.
El jueves, Bolsonaro descargó su furia sobre la CPI y su relator, el senador Renan Calheiros, que conduce los interrogatorios.
“Si Jesús tuvo un traidor, tenemos a un delincuente interrogando a personas de bien. Lo que sucede en esa CPI es un crimen”, afirmó.
Esa descarga anímica se dio pocas horas después de que una encuesta del instituto Datafolha revelara que su popularidad cayó de 30% en marzo a 24%, su peor índice desde que llegó al poder en 2019.
Y que si las elecciones fueran hoy, el expresidente Lula (2003-2020), líder histórico de la izquierda, le sacaría 18 puntos de ventaja en la primera vuelta y en la segunda lo derrotaría por 23 puntos (55% a 32%).
– Bases que dudan –
“Su base aún lo apoya, pero está un poco molesta y desmovilizada por varios motivos”, dijo Winter, que enumeró la reciente destitución del canciller ultraconservador Ernesto Araújo y la alianza de Bolsonaro con un poderoso grupo de partidos conocidos por su maleabilidad política.
Para ser reelecto, Bolsonaro deberá reunir a los mismos sectores que le garantizaron su victoria en 2018.
Pero agradar a los más radicales puede costarle votos de la clase media y de los empresarios, preocupados por la crisis.
Si esa estrategia falla, Bolsonaro parece decidido a seguir el manual del expresidente estadounidense Donald Trump, quien hasta ahora niega su derrota en las urnas.
Ya ha dado señales de que podría seguir ese camino, cuestionando la fiabilidad del voto electrónico, en vigor en Brasil.
“Ya ha dejado claro que va a contestar las elecciones si pierde”, afirmó André Sathler, del portal Congresso em Foco.
Otra señal: sus recientes amenazas a las instituciones democráticas. Hace dos semanas, advirtió que podría emitir un decreto prohibiendo las cuarentenas, desafiando a la corte suprema. Y aseguró que esa decisión “no será contestada por ningún tribunal”.