AFP
El trágico incendio que devastó un edificio de Johannesburgo el jueves dejó al menos 76 muertos, según un nuevo balance difundido este viernes por el gobierno sudafricano, que pidió a las familias de los fallecidos acudir a la morgue para identificar los cadáveres.
“Contabilizamos 76 muertos, dos personas murieron en el hospital”, informó el ministro de la Salud, Joe Phaahla, a los periodistas. Entre los fallecidos hay al menos 12 niños, indicaron previamente las autoridades, que abrieron una investigación.
Frente a la morgue de Soweto, donde familias se agolparon este viernes para identificar a los cuerpos, el director de los servicios forenses Thembalethu Mpahlaza señaló que “de todos los cuerpos recogidos, sólo 12 pueden ser identificados por medios visuales”.
Para el resto, añadió, “se necesitará un poco más de tiempo para finalizar la toma de muestras de ADN”.
En la mañana, mientras las asociaciones distribuían cobertores y ropa a más de un centenar de sobrevivientes en un centro de acogida, los perros de la policía seguían buscando entre los escombros del edificio calcinado.
Muchos de los vecinos del predio no pudieron escapar de las llamas, ya que estaban bloqueados tras las rejas, cerradas para impedir el acceso de malhechores en este barrio de mala fama.
El siniestro puso de relieve la crisis de las viviendas precarias en el ruinoso centro de la capital económica de Sudáfrica.
También relanzó el debate sobre los edificios abandonados, que caen en manos de arrendadores sin escrúpulos y bandas mafiosas que luego los alquilan a migrantes o sudafricanos muy pobres.
– Un drama “previsible” –
El centro de la antigua “ciudad del oro”, opulento barrio de negocios en tiempos del apartheid, cuenta con mil edificios de este tipo, según las autoridades, desconectados de la red eléctrica y donde la gente se calienta, cocina y se ilumina con gas o parafina.
En una visita al lugar de la tragedia el jueves por la noche, el presidente Cyril Ramaphosa prometió “abordar la cuestión de la vivienda” en los centros de las ciudades.
El edificio pertenecía a la municipalidad e incluso estaba clasificado como patrimonio.
Bajo el apartheid, los sudafricanos negros iban allí para obtener sus “pases”, famosos papeles que les permitían acceder a las zonas blancas para trabajar.
Utilizado por última vez como refugio para mujeres maltratadas, fue “invadido y secuestrado” en los últimos años, según las autoridades locales.
Desgraciadamente, este drama era “previsible”, afirmó Mervyn Cirota, concejal de la oposición.
“Muchos de estos edificios están controlados por bandas que alquilan el espacio causando superpoblación. No hay baños, ni agua, ni electricidad”, advirtió.
Los sudafricanos califican estos edificios de “secuestrados”. La policía se niega a entrar en ellos sin motivo imperioso.
Son zonas sin derecho, donde viven desocupados, familias, delincuentes o migrantes clandestinos.
Al final del apartheid, hace tres décadas, la población blanca y adinerada abandonó el centro para refugiarse en casas suburbanas arboladas y pacíficas, detrás de muros y vallas eléctricas.
Los negros, que desembarcaron en masa provenientes del campo en busca de trabajo, comenzaron a ocupar los edificios vacantes.
Este éxodo económico aumentó la presión sobre una vivienda en crisis. El país de casi 60 millones de habitantes carece de 3,7 millones de alojamientos, según el Centro de Financiación de la Vivienda Asequible en África (CAHF).
En estos edificios, “se trata de crimen organizado. Estas personas conocen las leyes y tienen una red. Algunos obtienen documentos de propiedad en buena y debida forma”, subraya Lucky Sindane, portavoz de la brigada contra el crimen.
Las autoridades realizan operaciones esporádicas para recuperar la posesión de “estos paraísos del crimen”, explica, describiendo las armas y la cantidad de drogas que se descubren en el lugar.
Brigadas municipales, policía y a veces agentes de seguridad privada llamados “Hormigas Rojas” –sociedades especializadas en la expulsión de “invasores clandestinos”– desembarcan numerosos, armados hasta los dientes, y son conocidos por su violencia.