El 13 de enero de 2001, El Salvador vivió uno de los momentos más devastadores de su historia reciente. Un terremoto de 7.6 grados en la escala de Richter sacudió el país, dejando tras de sí un rastro de muerte, destrucción y sufrimiento. Hoy, a 24 años de esa tragedia, el país recuerda con solemnidad aquellos 45 segundos que cambiaron la vida de miles de salvadoreños.
A las 11:33 de la mañana de ese sábado, el sismo sorprendió a todos, con su epicentro en las costas de la región. La mayor devastación ocurrió en la colonia Las Colinas, en Santa Tecla, La Libertad, donde miles de personas se vieron afectadas por los deslizamientos de tierra que sepultaron hogares enteros. En ese sector, más de 600 vidas fueron arrancadas en un instante.
El impacto no solo se sintió en Las Colinas, sino también en otras zonas del país, como la carretera a Comasagua y los alrededores del turicentro “Los Chorros” en Colón, donde los deslizamientos sepultaron caminos y edificios, cobrando más vidas en su paso. En total, el sismo dejó 944 muertos, más de un millón de damnificados y al menos 125 personas desaparecidas. Además, más de 1,100 edificios públicos resultaron dañados.
El terremoto de 2001 no solo fue una tragedia por la magnitud de su destrucción, sino también por los desafíos que enfrentó el país en su proceso de recuperación. Durante los días posteriores, El Salvador fue escenario de un esfuerzo colectivo para rescatar a los sobrevivientes y comenzar la reconstrucción de lo perdido. A pesar de la magnitud del desastre, los salvadoreños demostraron una extraordinaria capacidad de resiliencia.
Hoy, el país sigue recordando ese día, no solo como un lamento por la pérdida, sino también como un símbolo de la fortaleza y determinación del pueblo salvadoreño ante las adversidades. El 13 de enero de 2001 dejó una huella imborrable, pero también sembró la semilla de un futuro en el que la solidaridad y el trabajo en conjunto se han convertido en los cimientos de la reconstrucción.