El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, está mostrando un rostro más pragmático a medida que se acerca a la mitad de su mandato para ampliar su base parlamentaria con miras a la reelección en 2022, incluso si eso significa ofender a sus seguidores más ultraderechistas.
Un hecho que ilustra este cambio de estrategia es la elección de un puesto en la Corte Suprema del juez Kassio Marques, que cuenta con el favor de varios partidos políticos de centro, extremamente influyentes e involucrados en importantes escándalos de corrupción.
Este nombramiento, que fue respaldado el miércoles por el Senado, ha sido objeto de feroces críticas por parte de los bolsonaristas acérrimos.
Durante su campaña electoral de 2018, el excapitán del ejército prometió acabar con la “vieja política” y los arreglos con los partidos a cambio de apoyo en el Congreso.
“A diferencia de sus predecesores, no siguió reglas del juego”, dijo a la AFP Leandro Gabiati, politólogo y director de la consultora Dominium en Brasila.
Bolsonaro esperaba superar la lógica de los partidos, apoyándose en la llamada bancada de la “BBB” (buey, Biblia y bala), los poderosos bloques parlamentarios que defienden los intereses del agronegocio, de los evangélicos y de las armas, así como en la movilización masiva de sus seguidores en las redes sociales.
“No formó una coalición de gobierno, presionó las instituciones con discursos incendiarios contra el Congreso y la corte suprema. Pero cuando las cosas se empezaron a complicar para él, se vio desamparado”, dijo Gabiati.
– El sismo Sergio Moro –
Y las cosas empezaron a complicarse seriamente en abril cuando el ministro de Justicia Sergio Moro, probablemente el ministro más popular de su gobierno, provocó un terremoto político al dimitir, en medio de la crisis del coronavirus.
Este exjuez anticorrupción dejó el cargo acusando al mandatario de tratar de injerir en las investigaciones policiales contra sus familiares, especialmente contra su hijo mayor, el senador Flávio Bolsonaro.
Bolsonaro “corría el riesgo de ser objeto de un proceso de destitución en el Congreso, por lo que se vio obligado cambiar de estrategia y negociar con los partidos políticos para blindarse”, afirma Gabiati.
“Pero luego se dio cuenta de que una base parlamentaria fuerte podría serle útil” para otros objetivos, al darle un mayor margen de maniobra para gobernar, agrega Gabiati.
Para Geraldo Monteiro, director del Centro de Investigaciones sobre Democracia (CEBRAD) de la Universidad Estatal de Río de Janeiro (Uerj), “era inevitable que después de un tiempo comenzara a aceptar el sistema político vigente”.
“Lo vimos con otros líderes populistas de derecha, como Viktor Orban, en Hungría, o Rodrigo Duterte en Filipinas”, explica.
Incluso cuando el mandatario parecía haber enterrado el hacha de guerra, reprimiendo sus comentarios polémicos a los que tenía acostumbrados a los brasileños, algunos de sus partidarios no dudaron en lanzar bengalas ante la sede en Brasilia del Supremo Tribunal Federal (STF) en julio.
“El bolsonarismo es un movimiento complejo. Hay militantes extremistas en las calles (…), pero también militares y el equipo económico ultraliberal, que quieren ver resultados. Bolsonaro debe mediar todas estas tensiones internas”, explica Monteiro.
El nombramiento del juez Marques fue, por ejemplo, calificado de “grave error” por el muy influyente pastor Silas Malafaia, indignado al ver que el mandatario renunciaba a su promesa de nombrar un juez “terriblemente evangélico” en la Corte Suprema.
– Necesidad de resultados –
Para el consultor independiente André Rosa, al tenderle la mano al centro, Bolsonaro muestra que “no está preocupado por la elección todavía”, aunque pierda los votos del “elector que votó por la ética, por los valores morales y la pauta anticorrupción”.
El año pasado, Bolsonaro ya tuvo que hacer concesiones para obtener la aprobación de una reforma de pensiones, que aun así sufrió muchos recortes.
“Si llega a 2022 sin la reforma tributaria y administrativa, es muy poco para él. Necesita entregar números”, insiste Rosa, para quien Bolsonaro retomará su postura belicosa recién al final de su mandato, cuando se acerquen las elecciones.
Gabiati, en cambio, lo ve combinando ambas estrategias.
“Ya no va a buscar más pelea con el Congreso ni con la Corte Suprema, pero por otro lado, para mantener a su militancia exacerbada y movilizada, fortalecerá su discurso contra la izquierda, los ambientalistas”, pronostica.