El día en que Pelé “fichó” a Maradona para el Santos de Brasil

AFP

En el ocaso de su carrera, Diego Maradona escarbaba horizontes tras la sanción que lo había apartado del Mundial-1994. El salvavidas estuvo a punto de llegar de manos inesperadas: su máximo rival, Pelé, lo “fichó” para el Santos, el club brasileño donde inmortalizó su reinado.

O Rei alzó el pulgar para que el único hombre que amenazaba con derrocarlo en el Planeta Fútbol vistiera la camiseta albinegra con la que el brasileño ganó seis ligas, dos copas Libertadores y dos Intercontinentales entre 1956 y 1974.  

“Será una promoción muy buena, tanto para Argentina como para Brasil. Maradona es aún una estrella y puede dar un gran rendimiento”, dijo entonces el tricampeón del mundo.

Corría mayo de 1995 y aún faltaban cuatro meses para que el 10 argentino volviera a una cancha. La FIFA lo había sancionado por dopaje en el Mundial de Estados Unidos. El Diego, de 34 años, negó la irregularidad y lanzó una de esas frases casi tan recordadas como sus piruetas: “Me cortaron las piernas”.

El contrato del Santos, gestionado por la empresa Pelé Sports & Marketing, propiedad del 10 brasileño, era el remedio para que sus extremidades volvieran a nacer. 

A la espera de que la penalidad terminara, el Pelusa empezó su carrera en los banquillos en su país, pero apenas dirigió con poco éxito al modesto Deportivo Mandiyú y a Racing de Avellaneda. La prensa mundial comenzó a rumorar que terminaría jugando en ligas menores como la de Japón. 

Para la época Pelé era ministro de Deportes de Brasil y el fichaje para el club se trató casi como un intercambio comercial. O Rei habló incluso con el presidente argentino, Carlos Menem, sobre la mediática contratación.

“Él [Menem] cree que será algo muy bueno para Argentina que Maradona logre reparar su imagen pública”, contó en declaraciones divulgadas en ese entonces por El País de España. El tricampeón mundial tenía el respaldo de empresarios brasileños, según los medios locales.

– “Sólo en la imaginación” –

El Pelusa estaba entusiasmado con jugar en Brasil, una nación que empata a Argentina en sus sentires suprarreligiosos hacia el deporte del balón. Pero el sueño se esfumó.

“Maradona se animó con esa posibilidad, especialmente porque la operación contaba con la ayuda de Pelé Sports & Marketing”, publicó el club paulista el miércoles, día de la muerte del argentino.

“Pero el costo elevado de la transacción imposibilitó la contratación, que con seguridad hubiera sacudido al fútbol mundial (…) La unión entre el Pibe de Oro y el mejor camisa 10 de la historia del fútbol, desafortunadamente, quedaría sólo en la imaginación”, agregó el club, dejando clara su posición sobre el duelo entre ambos cracs por el podio.

Maradona finalmente regresó al equipo de sus idilios. Boca Juniors recibió a su hijo pródigo y de paso se garantizó un reencuentro inesperado del mediocampista con el entrenador Carlos Bilardo, el conductor de la Argentina campeona del mundo en México-1986 con el que Diego se fue a las manos en el Sevilla de España.

El Pelusa jugó su último partido oficial con la casaca xeneize el 25 de octubre de 1997 en la victoria 2-1 en el clásico argentino ante River Plate, en el templo del Monumental. Nadie sabía que la zurda de oro no volvería a los gramados.

Lejos de las pelotas y los botines, empezaría una nueva batalla contra sus adicciones. El sobrepeso y los escándalos lo embistieron. Y también se profundizaron sus ires y venires con Pelé, el hombre con el que comparte el título del mejor futbolista del siglo XX.